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Carrie Bradshaw II

 

Carrie Bradshaw.©SATC
Carrie Bradshaw.©SATC

Carrie conoce la libertad de Spinoza, una falsa libertad (pero libertad, al fin y al cabo) producida por unos tacones caros que hacen ruido. Un tic-tac carolinaherrense. Una camisa exclusiva de Elie Saab. La falda- Thierry Mugler, of course- creaba una imagen armoniosa con la camisa. La libertad no es tan cara para Carrie. Las personas se sienten libres derrocando al dictador, ganando la lotería o ascendiendo laboralmente. Carrie se conforma con pasear su cuerpo (decorado de marcas) por la Calle 42, mientras los obreros gritan su nombre (lo mismo la llaman Carmen, Lola, Mary o Pitty) y las otras se mueren de envidia. La envidia es un elemento muy importante en la psicología de Carrie Bradshaw. «Si te envidian estás en lo cierto», ha sido su lema de vida.

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Carrie Bradshaw

Carrie Bradshaw.©
Carrie Bradshaw.©SATC

 

La vida de Carrie Bradshaw está en amar a cualquiera que muestre un mínimo de cariño, por ella. Ama a cualquiera, mientras espera a su príncipe azul. Algunas veces pierde la esperanza por encontrarlo. Otras veces lo maldice. Y casi siempre escribe en un blog donde se reconcilia con el tiempo y ese príncipe azul que se enamorará de ella, algún día, mientras toma café en Tiffany (a lo Capote) o se pasea del brazo de alguna amiga. Se declara feminista, pero no puede vivir sin un hombre en su vida. Es libre. Es esclava de cada una de las palabras que escribe en su blog, mientras ve la vida pasar. Han pasado tres décadas desde que escribió su primer artículo (¿Cómo cabalgar hacia el castillo con el príncipe azul?). Han pasado varios príncipes por su vida. Uno era rojo, otro amarillo y el último casi azul tirando para verde. ¿Es interesante la vida de Carrie?

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El corazón es una lenteja

Composition with the Sun, ©Mordechai Ardon
Composition with the Sun, ©Mordechai Ardon

Su corazón tenía la forma de una lenteja. Según quien lo amara, ese “puño de amor” se convertía en una patata, en un garbanzo o en una lata de atún que comían los gatos de la noche. Más que un corazón era un cuento kafkiano: siempre cambiaba de forma. El domingo pasado se encontró con el amor de su vida, y cómo no el corazón se transformó en un ángel de grandes dimensiones. Gabriel, según los mamelucos que lo vieron, medía lo mismo que un baobab. Este corazón era mucho, mucho más que Gabriel o cualquier representación humana que se haya podido hacer sobre un ángel. Ese corazón era como el fuego, era como el río de Heráclito; fue un ángel que trascendió más allá del habitáculo donde se esconden los corazones humanos. Trascendió, para volar contigo.