
Los guantes del maestro huelen a gloria: son las manos de todos los dioses orientales y occidentales, que inclinan sus cabezas ante el maestro. Los guantes de este genio son Patrimonio de la Humanidad. Guantes honrados, éticos, rápidos, hermosos que se mueven en el aire como un pájaro en busca de la libertad. Rafa del Toro es el águila que busca la luz de la libertad, hasta encontrarla, para después convertirse en todo un dios. El dios del ring. El dios humano, humilde y sapientísimo que nació hombre y se convirtió, después de mucho esfuerzo, en una institución divina dentro de las artes marciales en Europa, España y en su patria canaria donde es profeta de profetas. Solo a un profeta se le vitorea-« ¡Raaafa! ¡Raaafa! ¡Raaafa!»- como lo han hecho con él. Su último combate, anoche, fue una ola omnipotente. Invadió el corazón de los que estuvimos en el Juan Beltrán Sierra. La ola de amor nos dejó gritando el nombre de este gran hombre entre lágrimas, lágrimas de admiración por el maestro que se supera a sí mismo y enseña a los neófitos- y a los doctos- a superarse. En su escuela he aprendido que el respeto y la motivación son el pasaporte para continuar en el tatami de la vida.
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