
Marilyn Monroe detestaba el «Ulises» de Joyce, por dos razones: a) porque no lo entendía ni empezándolo por detrás o b) porque estaba tan desenamorada de uno de los Kennedy que no podía concentrarse en su lectura. A mi generación le pasa algo parecido a Marylin. Nos han obligado a leer una literatura de laberinto sin tener en cuenta nuestro lenguaje e imaginario social. No se puede imponer un temario de lecturas tan complejo y aburrido a jóvenes sin bagaje literario, educados en la realidad-y en la ficción- posmillennial. Los que hacen el temario nos hacen creer que toda la literatura es como la de Fernando de Rojas o el Lazarrillo de Tormes. Nos confunden y en ese error pensamos que mamá literatura es compleja y pesada. La literatura que se propone en los temarios de la Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato es una droga difícil de digerir, que nos obliga a frustrarnos, después de condenar al abismo de la no-literatura a muchos de mis amigos.
No se nace lector o lectora. Uno aprende a desentrañar el sentido de los textos en un proceso que arranca desde la infancia. La escritura procede un proceso mental que puede ser complejo. No obstante, los niños, hasta que entran en la secundaria en que aumentan las demandas académicas, leen mucho. Ahí está claro que tenemos un problema.Las lecturas que le parecían infumables a Marilyn son hitos en la renovación literaria, con las que se puede disfrutar después de haber concluido un cierto camino de lecturas. De acuerdo contigo que el Cantar del Mio Cid, la Celestina o el Lazarillo no crean lectores. Parece que todo fueran malas noticias. Estará la literatura condenada a su desaparición?