
El ladino es el gran ejemplo de supervivencia, de cómo sobrevive un idioma y una identidad a pesar de las dogmatismos, las guerras o el paso del tiempo. Conocí el ladino, hace unos años, gracias al profesor y gran amigo Carlos Yebra López (mi hermano O’ Yebrish); y sin pretenderlo descubrí algo que, ya, conocía. Esa canción que escuché con diez, once años era ladino. Esa canción, cantada en mi Almería y bailada en Israel, en la que dos hermanas se rencuentran en tierras lejanas. La canción es «La reina Jerifa mora»y, quizás, sea una metáfora de la situación del ladino contemporáneo: disgregado en diferentes núcleos, en diferentes partes del mundo, pero siempre conservando su parte nuclear o lo que es lo mismo: se habla el mismo ladino en Estambul, Toledo, Rabat o Buenos Aires. El ladino, para ubicarnos, nació en tierras españolas/andalusíes; y por consiguiente en este contexto tuvo una gran influencia del árabe, el castellano medieval y el hebreo. Después de la expulsión de los sefardíes, por parte de los Reyes Católicos, siguió existiendo el ladino pero siempre conviviendo y alimentándose de las influencias lingüísticas de su alrededor: el turco, en el caso de los que se exiliaron al Imperio otomano; el francés o el eslavo. Es cierto, que el ladino que investiga y difunde el profesor O’ Yebrish, es en esencia el que se hablaba en la Provenza o en Estambul. Pero, la forma varía: se han sustituido préstamos turcos, franceses y eslavos por un léxico con una gran influencia del español estándar.
El ladino es la lengua de los escritores, con permiso de Balzac. Es la lengua de los exiliados, de los extranjeros, de los repudiados, de los genios y de los grandes literatos. En el ladino, existen auténticas joyas literarias y filosóficas con forma de cuento, canción o poema. Agradezco al profesor O’ Yebrish por su generosidad conmigo (felicidades, hermano, por estos treinta años de conocimientos, de investigación y de ascendiente éxito). En la misma línea, agradezco a todos aquellos que me han permitido penetrar en los augustos misterios de esta áurea lengua: Pepa Rull y su infatigable trabajo de divulgación, Beni Aguado y sus impagables conocimientos; no puedo olvidarme del magnífico proyecto Ladino 21 con el que me he prometido hablar, escribir y soñar en ladino.
El ladino me llego a traves de mis abuelos turcos y griego, como canciones, historias, comidas, expresiones para definir vinculos, personalidades, muchas veces me resultaba muy gracioso escuchar sus giros y melodias…Precioso e interesante artículo. Celebro el proyecto. Alli estan mis raices y mi identidad.Gracias