Publicado el

El año del pensamiento mágico

He vuelto a leer «El año del pensamiento mágico», de Joan Didion. Y al terminar la lectura me pregunté qué me había llevado de nuevo al libro. No tengo una respuesta única. Es buena literatura, sí. Su autora, premiada en varias ocasiones, falleció hace poco, también. El modo en que relata la figuración que se impone a sí misma para afrontar la muerte repentina de su marido, admirable. Pero me atrapa algo más: la necesidad de convivir con el dolor de Didion. Una necesidad irremediablemente asociada a los vaivenes de mi estado de ánimo, que encuentra en la literatura candorosa de la que hablaba Josep Pla («¿Puede haber algo más pueril que el que un escritor trate de comprender a la gente y se ocupe de los demás?») una fuente de inspiración para sobrevivir.

No es un acto compasivo ni masoquista ni morboso. Es un acto de voluntario acercamiento a su dolor concreto y oceánico para reconocerme en mi vulnerabilidad. Y no me arrepiento de haber pasado la mirada por sus páginas mientras el estremecimiento (siempre contenido) viaja desde mi cabeza fascinada por la lucidez y la naturalidad hasta los filamentos de mi sensorialidad.

El escalpelo que esgrime la autora a lo largo del libro va levantando delicadamente las capas que cubren el núcleo del dolor, al que no se llega del todo porque la conmoción toma el mando, y por más que nos hayamos dicho que somos seres limitados, el edificio mental del que nos hemos provisto para entendernos se desmorona y todo lo que nos entra en el cuerpo es agua turbulenta.

Pero Didion se empeña en contarnos las revelaciones de su pensamiento cuando pasado el tiempo rebobina sobre su experiencia. «Somos seres mortales imperfectos, conscientes de esa mortalidad incluso cuando la apartamos a empujones, decepcionados por nuestra misma complejidad, tan incorporada que cuando lloramos a nuestros seres queridos también nos estamos llorando a nosotros mismos, para bien o para mal. A quienes éramos. A quienes ya no somos. Y a quienes no seremos definitivamente un día.»

El dolor es algo pasivo, pero el acto de lidiar con el dolor, el duelo, requiere atención. Ella lo sustentó con la ilusión de que su marido muerto iba a regresar. Pero no se instala en el delirio. Es la forma que tiene de sentirse acompañada en el acto consciente de superar la pérdida. Claro que hay nostalgia, claro que hay recuerdo y desolación por lo que, supuestamente, no pudieron acabar juntos. Sin embargo, en esta disección bella y atinada de todo lo que concurre en una experiencia tan traumática, uno como lector va descubriendo una vía de superación que reside en el entendimiento, aunque al final no nos libre de la sacudida emocional que supone la consumación de la tragedia.

«Podemos suponer que nos quedaremos postrados, inconsolables, enloquecidos por la pérdida. Pero no esperamos enloquecer literalmente, convertirnos en “mujeres muy fuertes” que están convencidas de que su marido va a regresar y le van a hacer falta sus zapatos. En la versión del dolor por la pérdida de un ser querido que nos imaginamos, el modelo es la “curación”. En ella siempre prevalece cierto progreso.»

Acercarse al dolor a través de la lucidez de otros (uní a esta lectura las de «La hora violeta», de Sergio del Molino, y «Mortal y rosa», de Francisco Umbral) provee de alguna herramienta para reconocer las costuras de nuestra osamenta sentimental. No consuela pero alimenta nuestra incesante búsqueda de la verdad, que no siempre es bella, pero sí que nos embellece como humanos.

2 opiniones en “El año del pensamiento mágico”

  1. Es un reflexión que hasta podría estar en el libro donde participas y que verá la luz en breve. Un buen abrazo con pensamiento de la magia de las relaciones humanas

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *



El contenido de los comentarios a los blogs también es responsabilidad de la persona que los envía. Por todo ello, no podemos garantizar de ninguna manera la exactitud o verosimilitud de los mensajes enviados.

En los comentarios a los blogs no se permite el envío de mensajes de contenido sexista, racista, o que impliquen cualquier otro tipo de discriminación. Tampoco se permitirán mensajes difamatorios, ofensivos, ya sea en palabra o forma, que afecten a la vida privada de otras personas, que supongan amenazas, o cuyos contenidos impliquen la violación de cualquier ley española. Esto incluye los mensajes con contenidos protegidos por derechos de autor, a no ser que la persona que envía el mensaje sea la propietaria de dichos derechos.