Doña Eufrasia Galindo trabaja en el servicio de limpieza del Congreso. Estaba de retén de emergencia el día de las votaciones de marras. Por lo general, no suele prestar mucha atención a lo que se cocina en el hemiciclo y por eso lleva unos pinganillos en los oídos para escuchar la radio, que es lo que verdaderamente la entretiene. Pero esa tarde la cosa estaba movidita e intentó enterarse del zaperoco de sus señorías. Sabía por el aire que tenía que ver con el trabajo, pero hasta ahí llegaban sus conocimientos. Cuando llegó a relevarla su compañera Clotilde, esta le preguntó qué había pasado y por qué se había montado el revuelo. Y le contó.
No veas, chica, como la canción de la teta, que si votaron y no salió pero que tenía que haber salido. Primero la presidenta dijo que se había rodado el decreto del rey, que a ver que tiene que ver el pobre Felipe con este fandango, y los de la banda de acá dieron brincos y zapatearon como si estuvieran partiendo el año. Pero la presidenta volvió a hablar, porque alguien había ido a los servicios de la cámara, que al pobre lo debió de coger la meadilla cuando estaban apretando los botones, y se ve que el hombre había vuelto, digo yo, porque el caso es que los de la banda de allá saltaron como si les hubiera tocado el gordo. Y luego venga a salir los de la banda de acá gritando por los pasillos, ¡que Casero tiene mal el aparato! Y, claro, una que es ignorante piensa que el pobre ese, que seguro que fue el que estaba en el servicio de la cámara, no podía apretar los botones sin el aparato en condiciones, que mi Dionisio ha llegado del trabajo reventado de sus partes y no atina ni con el interruptor de la luz y así me deja el inodoro y los alrededores, con un goterío que me sale hasta el pasillo de la casa. Total que ahí ves a unos con el rabo entre las patas, como digo yo, y a otros bailando sobre una pata sola.
Y cuando tengo cerca a uno de los de la banda de acá que venía endemoniado y diciendo que a lo mejor llevaban al juzgado hasta la tele por enseñar una teta gigante sin su sostén correspondiente, me dirijo con mucha educación, faltaba más, Clotilde, y le pregunto:
—Oiga, señoría, ¿usted me puede decir si después de esta voy a mantener este trabajito de limpiadora para el mes que viene?
Y no va el muy cenutrio y me contesta:
—Pero, señora, ¿usted cree que eso tiene importancia ahora mismo?
Muchas gracias, querido amigo, por regalarnos estas sonrisas…y más, en mi caso, un domingo por la noche. Un fuerte abrazo.
Confirmo de nuevo las ¨Gracias¨ por el humor que trasmite tus escritos, en la descripción de situaciones actuales. Es una forma agradable de traer los acontecimientos burlescos o desdichados del día a día.