El ejército francés contrató a un equipo de escritores de ciencia ficción (El Equipo Rojo) para imaginar posibles escenarios de guerra en el marco de los avances tecnológicos actuales. La noticia es de hace dos años, pero ha cobrado actualidad tras el «apagón» temporal sufrido por las plataformas vinculadas a Mark Zuckerberg (Facebook, WhatsApp, Instagram). El incidente despertó todo tipo de conjeturas acerca de las consecuencias para la actividad humana en el planeta, tan dependiente de las prestaciones de las citadas plataformas.
De manera que una creación de naturaleza estética y ociosa, como es la literaria, pasa a un primer plano en los esfuerzos por salvaguardar la vida de la humanidad. El ejército francés ha tenido que reconocer que la imaginación, con la subsiguiente invención de mundos posibles, es una herramienta útil como para situarla junto a los ejercicios de estrategia y anticipación militares.
El hecho, a mi juicio, viene a resaltar el enorme poder de la ficción como fuente de conocimiento de la historia de la condición humana así como su inexplorada influencia (que no desconocida) en lo real, y por tanto su capacidad para interferir en la verdad, al modo en que lo formulaba Borges: «la verdad es una ficción urdida por los hombres para soportar la inmensidad del laberinto que es el mundo y el mismo hombre».
O sea que para garantizar la paz, menos estrategas y más Julio Verne. No está mal. Que la imaginación se convierta en el sustituto de los escudos y los misiles, y de las inveteradas mesas donde los altos mandos juegan a los barquitos supone una apreciación del valor que tiene la literatura como medio para acercarse a la historia y extraer de ella las acciones humanas no documentadas pero posibles.
Puede que a partir de la iniciativa del ejército francés se sucedan otras que contraten a los escritores de la llamada literatura de anticipación para que hagan prospectiva de lo que puede ocurrir en esta sociedad tan problemática en la que imperan el individualismo y la dependencia del teléfono móvil. Pero por ahora, que yo sepa, quien único está contratando a escritores de ese calibre es Netflix. Y a lo mejor quizás por eso la seriefilia terminará convirtiéndose en la ventana por la que nos asomemos al mundo en un futuro tan cercano.
Exhortemos a los escritores que conciban una sociedad más equilibrada para que anticipen un mundo más justo. El asunto es saber quién los contrataría.
Es un texto delicioso, aunque la palabra suene un sí es no es cursi. Pero es la sensación que me ha quedado en la boca tras leerlo.
Me apunto a tus comentarios, también opino que la literatura de ciencia ficción o un Leonardo da Vinci, se adelantaron con su imaginación años y siglos a las realidades futuras.
Ojalá sigan existiendo y proponiendo futuros provechosos para la mayoría, pero también existen los que imaginan en base a su propio beneficio económico y estos van elaborando unos mundos negativos y sería deseable que no pusieran en marcha su imaginación
Saludos
Totalmente de acuerdo con tu comentario. Es de esperar que la imaginación, cuando se ponga al servicio de los planes de la humanidad, lo haga pensando en clave de equidad y justicia. Comparto ese criterio. Saludos.
Ojalá no haya que imaginar escenarios de guerras. La ciencia ficción a lo mejor dice algo sobre la posibilidad de seres venidos de otro mundo para avisarnos de nuestras torpezas: la principal es dejar que hagan y deshagan quienes piensan solo en términos de beneficios. Yo me apunto a que Juanjo conciba la idea de un nuevo planeta, ¿cómo sería, Juanjo?
La aventura que me encomiendas no es menor, amigo Sancho. Vive Dios que dejando macerar mi sesera no llegaría más allá de la Ínsula de Barataria. Pero otros habrá que pongan nombres y sitios al lugar del pensamiento donde los hombres guardan deseos. De todos modos, sigo pensando que esos que ves ahí son gigantes que previenen contra toda arquitectura inventada.