En breve desaparecerá la obligación de llevar mascarilla en exteriores. Por fin, una pequeña liberación para ese grillete bucal a que nos ha obligado la pandemia. Por fin, la boca se desnuda y garabatea a su antojo y toma aire sin filtro y puede hablar sin palabras y sin el burladero textil que le ha apagado los destellos emocionales tan necesarios en las relaciones entre los seres humanos. He recordado, a propósito, el hermoso poema de Miguel Hernández: Boca que desenterraste el amanecer más claro con tu lengua. Boca poblada de bocas, pájaro lleno de pájaros.
La boca se despereza y recupera el oficio que ha trasladado provisionalmente a los ojos, para reír y aprobar o desaprobar las peripecias que nos deparan los días. Ahora tendrá la libertad de masticar las palabras y mostrar el bolo verbal con toda su carnalidad obscena, y tendremos que acostumbrarnos al movimiento impúdico de los labios de camareros y camareras, conductores y conductoras de guaguas, cajeras y farmacéuticas, que han suplido la expresión de su hastío o su cortesía con imperceptibles parpadeos o leves arqueos de las cejas.
Pero a poco que nos estrenemos en este explaye nudista de las bocas, nuestra divina cavidad volverá a la carga con su artillería de requiebros, de quejas o de insultos. Habrá bocas que agradecerán la mascarilla como parapeto contra el virus y bocas que soltarán ladridos apenas liberadas del bozal.
Pensemos, por ejemplo, en cuántas gárgaras se habrán hecho con la palabra indulto en esta España enmascarada. Y ahora como un gargajo violento saldrá hacia fuera todo el miasma que se ha ido macerando en gargantas ensopadas de iracundia. Por un momento pudimos creer que, guarecida detrás de la mascarilla, la palabra indulto era una excusa para detenerse a pensar y con la misma morosidad con que iban saliendo nuestras emociones a través de los ojos, nuestro pensamiento se tomaba su tiempo para estudiar pros y contras. Un espejismo.
Pero la vida sigue y habrá que celebrar pequeñas conquistas como la del culebreo obsceno de nuestros labios. Nada mejor que volver al poeta y congratularnos de que, liberada, la boca será portadora del Beso que va a un porvenir de muchachas y muchachos, que no dejarán desiertos ni las calles ni los campos. ¡Cuánta boca enterrada sin boca desenterramos!
Hace un año el ayuntamiento de Madrid decidió borrar los versos del poeta de Orihuela en el cementerio de La Almudena, una mascarilla de venganza a un poema que conmemoraba el dolor de las víctimas de la Guerra Civil. Y estos días sabemos que el aeropuerto Alicante Elche tendrá el sobrenombre de Miguel Hernández. Otra forma de arrancar la mascarilla opresora para que se desnude la palabra honesta y campe a sus anchas el verso inmortal.
Gracias Juanjo por tan bellas palabras que adelantan la explosión de nuestras bocas cuando queden liberadas de la mascarilla protectora y opresora. Gracias por traernos de nuevo el poema fresco y doloroso de nuestro querido Miguel Hernández, tantas veces traicionado como secretamente admirado.
Gracias, Nino. Sí logramos la higiene bucal con la poesía vamos por buen camino. Un abrazo.
Un fuerte abrazo, amigo¡¡ Hermoso todo: me apunto la frase final.
Te lo agradezco, Víctor. Miguel Hernández es siempre una buena excusa. Un abrazo.
Gracias Juanjo por recordarnos que la esperanza de un buen uso de la boca , la palabra y las ideas siempre será posible. un abrazo
Gracias a ti, Toña. La boca es fuente de esperanza porque si no, mejor hartarnos de silencio. Un abrazo.
Hermoso texto.
Un juego admirable de bocas sembrando esperanza y poesía. Otras, horror y odio.
¡Enhorabuena!!!
Gracias, Silvia. Un elogio que me estimula.
Qué interesante la riqueza creativa de Juanjo, lo que expresa y lo que sugiere sobre la liberación de la mascarilla, cubreboca o barbijo. Gracias por el recuerdo de Miguel Hernández.
Gracias, María Rosa. Miguel Hernández es oportuno allí donde la palabra requiera desagravio.
Si, amigo Juanjo, hay bocas y bocas. Y mascarillas y máscaras. Bocas tímidas que con cuidado esbozan sonrisas, bocas francas que abiertamente cantan verdades, bocas rígidas que intentan ocultar mentiras, bocas abiertas anhelando una migaja de pan o de afecto, bocas expresivas que transmiten alegría y vida, bocas arrugadas, señales de años felices y sabiduría, bocas torcidas que manipulan y hacen promesas que nunca cumplirán…
Y mascarillas que liberan de contagios, mascarillas que encarcelan expresiones de libertad, mascarillas que ocultan desconfianza, incertidumbre, desesperanza, mascarillas que evitan el contacto cercano, mascarillas que atan los sentimientos y emociones de las palabras, mascarillas que disfrazan el ansía de un beso… Y máscaras… máscaras que trastocan el significado justo de la palabra libertad, máscaras que reprimen la diversidad, máscaras que justifican la doble moral, máscaras que demonizan a los que de su tierra tienen que emigrar…
Gracias por descubrirme este desconocido poema de Miguel Hernández, este verso me llega especialmente:
«Hundo en tu boca mi vida, oigo rumores de espacios, y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado»
Amiga Carmen. Ni quito ni pongo a tu hermoso comentario. Gracias y enhorabuena.
Me he quedado con la boca abierta.