Margarit ¿o Hásel?
Me gustaría que un buen psicoanalista me explicara las razones por las que tuve la intención de escribir este artículo sobre el ingreso en prisión del rapero Pablo Hasél y los disturbios generados en el país, y cambié repentinamente el asunto y me incliné por glosar la obra del poeta Joan Margarit, recientemente fallecido. La respuesta más simple sería que la poesía, la buena poesía, despierta una adhesión inmediata y Joan Margarit es un creador de altura. Pero no me vale esa explicación por cuanto ya pensaba escribir sobre él. Se trata de un poeta de cabecera. A lo mejor entraron por la misma vía los versos del rapero y los de Margarit, y mientras los primeros destaparon el tarro de la adrenalina, los segundos encendieron las luces que se necesitan ante tanto páramo sombrío. En la boca de Hasél combustionan las denuncias de terribles injusticias con imprecaciones llamando al tiro en la nuca. Y en la calle conviven jóvenes hartos y desencantados con gamberros encantados con el videojuego urbano que arrasa escaparates y quema mobiliario público.
La libertad de expresión es un territorio escurridizo pero necesario para alumbrar la verdad, como hace Margarit, quien no tiene reparos en constatar la dureza de la verdad y los latigazos históricos del odio. …un buen poema, por más bello que sea, será cruel. No hay nada más. La poesía es hoy la última casa de misericordia. Reducir la complejidad del mal a sentencias de una sola dirección conduce a la sinrazón o al exterminio. La verdad no es bella siempre. Nada más verdadero que la muerte, y nada más aciago. Como el odio y como el miedo. Si el deseo de desaparición de los otros es la luz que alumbra el poema, la poesía deja de ser el arma cargada de futuro y apaga la fe en las otras posibilidades que ofrece la vida. Dice el escritor catalán: Algo se busca. Por lo que yo sé, solo la dignidad. La de la vida mientras se va yendo hacia lo más oscuro del camino.
Ahí está el límite, en la dignidad. Piensa lo que quieras de mí pero duda cuando pretendas traspasar mi piel, con las uñas o con la palabra.
Otro día escribiré mejor sobre Margarit. Y sobre Hásel. Pero voy a esperar el diagnóstico del psicoanalista.