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Migrante frente al mar

Los veo cada tarde sentados en el muro, en esa especie de recordatorio del malecón habanero, en la avenida de Las Canteras, junto al imponente Auditorio Alfredo Kraus. Siempre en grupo, siempre acompañados entre sí, siempre portadores del color de una piel que los señala. Bien vestidos, correctos en sus formas. Unos hablando, distraídos en su idioma que suena a canto primitivo. Otros acariciando su móvil, ventana que se abre sobre la ventana que ya tienen abierta ante sus ojos admirados. Pasean diariamente a sus sentidos sobre las casas, los bares, el murmullo sereno y alegre de los transeúntes. Disfrutan con la libertad de movimientos, la variedad de ambientes y ocupaciones, la gratuidad de estar sin rendir cuentas ni con la autoridad ni con la rutina ni con la pobreza.

Imagino que tendrán recuerdos. No sé cómo los administran bajo el estado de desarraigo en el que se hallan, pero quiero pensar que el heroísmo de la aventura de buscar un futuro más halagüeño les sube la moral.

Una tarde centro mi atención en el grupo y observo que todos se sientan a espaldas del mar. Salvo uno. El que se atreve a mirar el vasto territorio donde libró batalla contra la oscuridad, la sed y el miedo contempla absorto la inmensidad del océano. Me figuro el temblor de su memoria con los fantasmas de la muerte acechando en las crestas del oleaje y el frío. El muchacho está embebido, ajeno a la cháchara de los suyos. Durante unos instantes su embeleso actúa en mí con un poderoso magnetismo. Saca su móvil, extiende el brazo y graba un vídeo del mar.

La migración es un problema complejo. La avalancha de estos días satura las posibilidades de acogerlos y facilitarles la salida para mejorar su futuro. Cualquier demagogia menoscaba la capacidad de comprensión del fenómeno. Hay un origen que radica en la cruel desigualdad que se ceba con el continente vecino y en el infortunio de nacer allí y no tener a mano las herramientas para labrarse un porvenir confortable. Igual que el nuestro, el europeo, el protegido, el que aparece deformado o sesgado en las fotos y las noticias que les llegan por internet. Pero desde ese origen nefasto del problema hasta la fórmula para que los cauces de acogida y atención funcionen se extiende un inmenso trecho envuelto en burocracia y falta de medios cuyo recorrido no es nada fácil.

Sin embargo, hay otro trecho, el que va desde la actitud de considerarlos merecedores de dignidad al prejuicio de percibirlos como invasores, que está sembrado de resentimiento, de desencanto genérico con la autoridad, de fobia al diferente. Y aquí sí que no hay complejidad. Asumirlos como seres humanos, con todos sus derechos y cualidades, es un deber de humanidad, al que, por ejemplo, en la historia reciente de España muchos paisanos nuestros represaliados se acogieron para huir de la muerte.

El muchacho que mira al mar acaba su grabación. Quizás se la envíe a sus parientes, que seguirán echando raíces en la depauperada Mali, esperando que en su hijo se obre el milagro de la atención sanitaria garantizada y un salario mensual. Y acopiará entre sus recuerdos el instante en que pudo mirar de nuevo el mar frente a frente.

Dejo al grupo de muchachos que pasan con desenfado una tarde cualquiera en la avenida, sentados, hablando, empapándose de una ilusión de libertad. Y pienso en todos los que han hecho algo por conseguir que estén así.

4 opiniones en “Migrante frente al mar”

  1. En África viví, allí está la tumba de mi padre. África acogió a muchos canarios, pero pocos se acuerdan y creen que somos mejores porque llegábamos con otras condiciones y en otras condiciones. Es distinta la percepción de África para los que hemos vivido en ese continente y sabemos de su gente, pero son como lágrimas en la lluvia para otros. Como siempre, Juanjo, me haces recordar cosas que, como se decía en Blade Runner: «Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia».

    1. Emotivo y testimonial, Younis. Y como siempre, coincido en la oportunidad de introducir tus matices tan necesarios como ilustrativos en un asunto tan complejo pero tan urgido de higiene moral. Gracias.

  2. Al leer esta entrada en tu blog se me ha venido al recuerdo la película italiana «Terraferma», de Emanuele Crialese, que denuncia las actitudes xenófobas e indaga en el dilema moral de ayudar o no a los náufragos que llegan en pateras a las costas sicilianas. Ese mismo guión podría ser perfectamente extrapolable a Canarias en el contexto actual. ¿Acoger dignamente a los miles de migrantes que llegan en pateras y cayucos a nuestras costas huyendo de las guerras, el hambre, las enfermedades y la miseria? ¿O mirar para otro lado, alegar que nos invaden, que son potenciales ladrones y violadores y que habría que devolverlos de inmediato a sus países de origen?
    Cuán delgada y exigua es a menudo la memoria histórica y en este caso, la nuestra, la canaria. ¿No recordamos el éxodo masivo de canarios a tierras americanas a la busca de una viuda mejor, huyendo de las enormes hambrunas , de la falta de empleos y oportunidades o, incluso, dirigiéndose a un involuntario destierro por razones políticas o de otra índole?. Nuestra memoria nunca debería sucumbir al olvido de esos hechos que han marcado el devenir de la población canaria, de muchas familias y amigos. Sigamos el ejemplo de los pueblos de acogida y ayudemos a construir humanidad.

    1. Totalmente de acuerdo, Paco. Esos recordatorios son necesarios para limpiar de prejuicios las actitudes xenófobas. Sin descuidar la complejidad del asunto pero mostrando firmeza en el principio que sustenta la atención al migrante.

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