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Pedro Lezcano y Santiago Suárez

Los curas y los poetas vienen del silencio, hablan con el idioma sobrehumano de la fe, y vuelven al silencio. Los unos apelan a la nube etérea que ordena el decurso caótico de la existencia y los otros invocan al fondo que rige los andares visibles del ser humano. Ambos indagan en los sótanos de espíritu buscando provisión de lumbre para avisar de las telarañas de la conciencia y de la banalidad de vivir en la superficie. Ambos comparten una fe en el beneficio de atender y ser sensibles a los otros y emplean el tiempo de su fecundidad en sembrar con la palabra el terreno baldío de los tiempos oscuros.

Santiago Suárez era cura; Pedro Lezcano, poeta. Su silencio converge en este septiembre sombrío, pero lo hace para dotar de músculo al aliento que necesitamos. En mi cabeza acaban de invertirse sus destinos y he colocado a uno esculpiendo en el macizo duro de la desesperanza, dando martillazos en la conciencia dormida para sacarla del letargo de siglos; y al otro modelando la cara ruin de los desafueros, dando brochazos a voz en grito desde el púlpito de los sin voz para que corra como la pólvora la llamada a la pelea por lo que es justo. Y no sé quién es uno y quién es el otro. Porque oigo al unísono el canto vernáculo que reivindica el respeto por el solar patrio de Canarias, la homilía de los bienaventurados que tienen derecho a gozar de la tierra, el anhelo de las mujeres por estar en pie de igualdad sin obligación de méritos. El cura que es poeta, velándole al franquismo la cultura liberadora que se expande a través de los libros prohibidos; el poeta que oficia, burlando al censor de la Dictadura para soltar sus versos críticos en el páramo literario de aquellos días aciagos. Y pudo ser uno como pudo ser el otro, porque los dos celebraban la misma ceremonia de amor al ser humano y la confianza en la justicia social.

Llegará la hora cero de ser héroes cualquier día cruzando cualquier calle. Lo dijo uno de ellos, pero lo suscribió el otro, porque su heroísmo aun en silla de ruedas no se detuvo hasta que se hizo silencio. Uno y otro blandiendo la generosidad y la bonhomía como las alas más valiosas para enfilar el camino correcto.

Allá donde se hayan encontrado recobrarán la alegría de la convergencia y hablarán, según nuestra propia fe vacunada contra el olvido, sobre las cosas de la vida en sus islas, sobre el abrazo, porque todo el abrazo es paz, todo el abrigo; todo está comprendido en ese nombre: el pan, el sueño, el hijo y el amigo.

10 opiniones en “Pedro Lezcano y Santiago Suárez”

  1. Tiernas y merecidas palabras de homenaje a dos hombres humildes, generosos y comprometidos con los sin voz de nuestra tierra. Sería bonito que nuestro «Chago el taita» y nuestro «amigo Pedro» pudieran romper el silencio, hablar eternamente y construir su amistad.

  2. ¿Es casualidad que este texto tuyo, amigo Juanjo, te haya salido con prosa poética? A los dos conocí y a los dos aprecié, pues sus silencios hablaban. De Pedro recuerdo cuando me concedieron el premio de poesía del Centro de la Cultura Popular Canaria, él formaba parte del Jurado, junto a Miralles. Me llamó y me lo comunicó. El poema se titulaba «Los niños de la OTAN». Dejé la poesía y me quedé con su silencio, susurrándome al oido desde su despedida. Con Santiago, «Chago El Taita», como dice el amigo Nino, tuve la suerte de compartir muchos encuentros, especialmente cuando me lo encontraba en la plaza debajo de mi casa, con su silla de ruedas rodando el rodamundo, hablábamos muy poco, ya después se hizo complicado, pero su mirada me iluminaba el corazón, sencillamente porque siempre he sentido debilidad por las almas bellas. Allí estarán estos dos amigos bienhechores, con Manuel Alemán, otra alma bella. Gracias por emocionarme Juanjo, siempre.

    1. Pienso que somos muchos los que creemos que la memoria de los hombres buenos tiene que ocupar un lugar destacado en nuestra historia. Y mientras la cultivamos, combatimos otros desafueros que perjudican la prosperidad moral de la comunidad. Gracias, José Antonio.

  3. Sí, emocionante entrada, Juanjo. No tuve la suerte de conocer a Santiago Suárez pero sí a Pedro Lezcano, y comparto tu impresión. Por cierto, también compartí con José Antonio Younis -a quien saludo en este mensaje- aquel premio del Centro de la Cultura -a él de poesía, a mí de narrativa- y comparto ahora aquel buen recuerdo en el que se entrelazan estos hombres buenos.

    1. Gracias, Luis. Quienes tenemos la oportunidad creo que debemos asumir el compromiso de escribir sobre la buena gente, la gente que siembra afecto y pensamiento crítico.

  4. Un abrazo sentido y cercano, todavía más cercano de pura necesidad, de afecto y cariño para ti Luis. Ojalá que podamos volver a sernos útil para estar en la vida. Gracias, Juanjo, por tu espacio.

  5. Juanjo, sabes que soy fiel seguidora de lo que escribes, pero estas letras me han emocionado mucho. Aprendí mucho de Chago cuando empezaba a hacer mis primeras inmersiones en el mundo de lo social. Gracias por tus palabras entrañables.

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