La Asociación de Crédulos Anónimos

Me habían hablado de ella pero no le presté atención hasta que lo mío pasó a mayores. El médico me recetó benzodiacepina aunque él no parecía convencido de que el motivo tuviera consistencia como para provocar los accesos de ansiedad que yo le contaba. Así que comencé a tomarla con cierta cautela, desalentado por la falta de convicción del médico. Lo que me llevó a pensar en otras salidas para curar la intoxicación. Y en esas me llegó la noticia de la ACA, Asociación de Crédulos Anónimos.

Llamé por teléfono antes para saber si requerían alguna condición para participar en las sesiones de Credulidad Terapéutica que celebraban todos los jueves. Quien me cogió la llamada fue muy amable. Me preguntó por mi nombre y a partir de ahí todo fueron señuelos para que acudiera sin recelos de ningún tipo. Los principios de nuestra asociación son incompatibles con cualquier prejuicio, me dijo. Todo lo que tú digas será bienvenido y formará parte de nuestro patrimonio de verdades rechazadas por esta sociedad enferma de desconfianza. Por tu bien, concluyó, no te guardes nada. Era un individuo que seducía y tranquilizaba con una voz mullida y acogedora. Y le comuniqué mi intención de asistir el siguiente jueves.

El local se encontraba en un barrio de la periferia. Era un ático al que se accedía por una escalera bastante oscura. Pero al abrir la puerta del local con un enorme salón acristalado un golpe de luz natural obligaba a protegerse la vista. Sentados en círculo, hombres y mujeres de distintas edades centraban su atención en el que parecía dirigir la sesión. Hizo un alto, me dio la bienvenida e invitó a uno a que interviniera.

—Yo estaba en un supermercado. Se me acercó un hombre con cara de enfermo. Me dijo que se iba a morir y que me hacía entrega de una mochila cargada de dinero. Y sin que me diera tiempo a reaccionar, el hombre se largó. Yo me quedé con los doscientos mil euros. Se lo he contado al banco y a la policía, pero nadie me cree. Nadie me cree.

—Nosotros te creemos, brother —dijeron a coro los demás. Y uno de ellos se levantó a abrazarlo.

Otro.

—A mí me atracaron cinco veces el mismo día en un cajero. No pude pagar las facturas pendientes, ni poner dinero para el regalo de un compañero que se jubila, ni pagar a mi ex tres meses de pensión. Mi ex no me cree. Nadie me cree.

—Nosotros te creemos, brother —corearon todos. Y una mujer que parecía bastante conmovida se abrazó a él durante prolongados segundos.

Otro.

—Yo soy nutricionista y tengo la explicación del origen de la pandemia. La soja. Nunca habíamos tenido soja en nuestra dieta, ni en la de la mayoría de los países del mundo. Y hoy hasta los subsaharianos se comen las tortas de trigo con soja. Y ¿de dónde viene la soja? No digo más. La ciencia hace oídos sordos a la verdad y sigue dando palos de ciego. Pero nadie me cree.

—Nosotros te creemos, brother —saltaron los demás al unísono. Y el director de la sesión se levantó para abrazarlo efusivamente.

Según iban produciéndose las intervenciones y las respuestas de los asociados, yo me iba sintiendo más perplejo. Empezaba a faltarme el aire y volvía a notar los síntomas de la intoxicación. Pero recordé las palabras de mi primer contacto telefónico con la asociación: Por tu bien, no te guardes nada. Y así lo hice. Pedí el turno y sin refrenar mi indignación expuse:

—¿Cómo es posible que se hayan tragado todas esas sandeces? Un tipo al que le regalan doscientos mil euros por la cara; otro al que atracan cinco veces en un cajero, (¿le quitaron cinco veces la misma tarjeta?); y otro descerebrado que dice que en la soja está flotando el virus cabrón que nos tiene jeringados. ¡Qué desgracia! Y yo que venía a curarme. Lo peor es que al salir de aquí nadie va a creerme cuando les cuente lo que acabo de oír.

Se hizo un silencio tenso, pero duró poco. Al momento escuché el coro de voces:

—Nosotros te creemos, brother.

4 opiniones en “La Asociación de Crédulos Anónimos”

  1. Ingenioso artículo, Juanjo. Credulidad versus incredulidad o como analizar los mensajes y noticias de terceros sin caer en las trampas mentales, externas o autoinducidas, que demasiado a menudo contaminan la comunicación. A lo mejor, y como contrapeso, habría que crear la AIC (Asociación de Incrédulos Anónimos) y alternar las visitas de los jueves a una y a otra. En cualquier caso, yo sí te creo, brother.

    1. No es mala idea esa de la alternancia, Paco. Creo que todo dique contra la patraña es pequeño. Esto sí que es un virus que no se cura con cordón sanitario.

  2. Te creo Juanjo, te creo. Me estoy dando un paseo por la calle Real de arrecife, con el cuello petrificado de tanti portátil ¡en vacaciones! Si no me crees, lee a un tal Juanjo. Es maravilloso cómo este hombre me recompone hasta la tortícolis

    1. Younis, la verdad requiere músculo. Hay quien hace ejercicio y hay quien se dopa. Lo nuestro, lo tuyo, lo mío y lo de la gente cabal es montar gimnasios.

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