No solo va de fútbol, aviso. Acabo de terminar la serie Recursos inhumanos. Me atraía el tema: las consecuencias del desempleo y la peripecia de un trabajador despedido cuando se halla en la cincuentena. Pero había dos señuelos agregados que me inclinaban a elegirla para saciar la seriofilia de todas las noches. Por un lado, la novela de Pierre Lemaitre que hay detrás de la serie. El escritor francés es también coguionista y me reconozco afecto a sus artefactos literarios, entretenidos y originales. Y por otro lado, el actor principal: Eric Cantona. El que fuera jugador de la selección francesa de fútbol y del Manchester United aparece encabezando el reparto y comiéndose la pantalla en cada instante, con un repertorio de gestos y expresiones faciales bastante digno.
Durante los seis capítulos de la serie, no dejé de pensar en el drama que subyace en la historia motivado por la lacra del paro en la sociedad contemporánea. Pero encandilado por la actuación de Cantona no pude resistirme a imaginarme las costuras que soportaron la producción, y más concretamente el proceso de selección del actor protagonista. Su interpretación es espléndida. Pero conociendo su trayectoria como futbolista, no es de extrañar que encajara en los rasgos que el director o el responsable del reparto solicitaban para el personaje. Porque Alain Delambre (nombre en la serie) es un tipo vehemente, brusco, impulsivo, de una incontinencia verbal para el exabrupto demoledora. Y Cantona era un jugador indisciplinado, fogoso, calentón, violento, tristemente célebre por las sanciones con que fue castigado; una por haber insultado al seleccionador francés y otra, la más popular, por haber propinado una patada a un espectador que se refocilaba lanzando insultos racistas desde su cómodo asiento en la grada.
Así que, sin quitar todo el mérito al artista, he pensado que la elección de Cantona para hacer de Delambre no ha exigido mucho esfuerzo. El director se habría limitado a poner al actor en escena y a darle el texto. El resto ya venía de fábrica. Un verdadero prodigio de dirección de personajes sería solicitar de algún jugador de la liga española que interpretara un papel que no tuviera que ver con su temperamento. Mérito tendría si el empeño se centrara en Messi para sacar de él al protagonista de El sargento de hierro presentándose ante una panda de advenedizos y diciéndoles: «Soy el sargento de artillería Highway. He bebido más cerveza, he meado más sangre, he echado más polvos y he chafado más huevos que todos vosotros, capullos». Ahí sí radicaría el arte. Sacando del argentino la planta áspera del chulo y haciéndole decir: «Venga, baby, alégrame el día». O qué me dicen si se intentara convertir a nuestro queridísimo Juan Carlos Valerón en Hannibal Lecter y se pusiera en su boca: «Una vez, un empadronador intentó ponerme a prueba. Me comí su hígado con frijoles y un buen Chianti», cuando el espléndido jugador sureño no ha pasado de comer bocadillos de sardina en la playa de Arguineguín.
¿No tendría un valor incalculable el protagonismo de Diego Costa en Hermano sol, hermana luna, prodigándose en innumerables ejercicios de ternura franciscana sobre las florecillas y los insectos del campo? Ahí sí que cabría hablar de maestría en la dirección de actores. O, por ejemplo, instruyendo a José Mouriño para el papel de Harpo Marx, el hermano mudo de la popular familia. O encomendando a Arturo Vidal para que conservando su cresta espinosa de mohicano sustituyera a Richard Gere en Pretty Woman.
No resulta nada fácil, lo comprendo. Y por eso entiendo que el protagonismo de Cantona en la serie citada estuviera cantado. Así que el trabajo de los husmeadores de actores en ciernes en los escenarios mediáticos (el fútbol, la música, la política) ha de consistir en asociar perfiles a personajes de ficción para descubrir un talento oculto que podría dar pingües beneficios para el celuloide.
Y en tal sentido cabe aconsejar a dichos cazatalentos que abran bien los ojos y se fijen en las condiciones de Pedro Sánchez para encabezar el elenco de Solo se vive dos veces, desempeñando el papel de un James Bond tieso y cumplido, con su manifiesta complexión de galán recién planchado. No pasen por alto tampoco el encaje perfecto de Pablo Casado para sustituir a Michael J. Fox en cualquiera de la saga de Regreso al futuro. Expriman su imaginación y háganle decir ante el posible matrimonio de Abascal y Cayetana Álvarez de Toledo: «Tengo que impedir ese casamiento, Doc, si no en el futuro no nazco». No se rompan los sesos buscando acomodo a Pablo Iglesias e inclúyanlo en cualquier película en que aparezcan sicarios de la mafia lituana. Su coleta y su perilla ayudan bastante. Y, en fin, sé que ya es un tópico pensar en Aznar para hacer la versión 2.0 de El gran dictador de Chaplin, o en Felipe González para dirigir, hacer el guión y protagonizar la segunda parte de Este abuelo es un peligro.
Todos, en el fondo, somos como ellos y estamos abocados a actuar y a emplear tiempo en la impostura. Y si algún director se fijase en nosotros seguro que habría un papel en alguna película en la que encajaríamos a la perfección, siempre y cuando no estuviéramos ya en pleno rodaje, que puede ser.
Recién acabo de leer este artículo, me viene a la mente desempeñar el papel de Louane Emera en la película francesa La familia Bélier, pero inmediatamente se me antoja comer un arroz caldoso y un helado de manga con un amigo y dejar el arte del cine para otro momento.
A mi la serie me ha dejado un poco así, un sí y un no a ratos.
Me he divertido mucho con la doble asociación que has hecho de perfiles actorales de personajes públicos con sus particulares idiosincrasias y con los títulos de las películas en que ejercerían de protagonistas. Muy aguda, como siempre. Por continuar con el juego se me antoja muy posible emparejar a Santiago Abascal con el protagonista de «El Cid», que interpretara en su día Charlton Heston o a Albert Rivera en el papel de «Ciudadano Kane» o, por citar a otro personaje de rabiosa actualidad, no se me ocurre mejor asociación que la del emérito Juan Carlos I en el papel protagonista de la famosa «Toma el dinero y corre», escrita, protagonizada y dirigida por Woody Allen.