El gimnasio tiene categoría de santuario, en el que uno entra para limpiar sus pecados con las grasas saturadas, las carnes caídas; y todo con el fin de glorificar al músculo. El músculo crea nuestro cuerpo. Y el cuerpo crea nuestra estética, y esa estética nos condena a unas categorías u otras dentro de las sociologías de la sociedad. Estamos ante la dictadura del músculo, donde la piel blanda no está de moda. Todo debe estar tonificado, todo debe ser músculo. Un elemento muy griego, por otro lado, por glorificar la mejor forma que pueda tener un cuerpo que es el músculo marcado, después de una jornada intensiva de deporte y creación de feromonas.