Platanera
El mar amenaza. Acaricia como una amante fiel (cosa difícil para los lobistas del poliamor). Alguien interrumpe estas palabras maldiciendo a Ana Torroja. Las de dos o tres sillas más allá, se defienden cantándole «Hijo de la luna» al enemigo de las mecanadas. Siguen conversando, después de haberse insultado. Las montañas me llaman, montañas de carretera con forma multiforme cuando pasas rápido en guagua o coche. En la cima de la montaña hay un cartel que maldice el muro natural (y humano, en la gran mayoría de las ocasiones) que hay entre las islas. Veo muchas plataneras en el camino. Muchas, pero no tantas como las de antaño. Estas plataneras no son imponentes como las que excitaron a los romanos, estas son esclavas de la socialdemocracia y el «me largo del campo».