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La democratización del preservativo

 

Contraer el VIH cuesta seis euros. Un joven de 17 años con las hormonas a mil. Lo hace a pelo, porque no tiene diez euros en el bolsillo. Hoy hay información respecto al Sida y al virus que lo causa, pero lo que no hay es dinero muchas veces- en el bolsillo de los jóvenes y los marginados por el capitalismo-. Creo que el Estado está en la obligación de subvencionar los condones como se subvencionan los medicamentos para los pensionistas. El condón debe ser liberalizado, debe ser gratuito o que el ciudadano pueda adquirirlo a un precio módico. Muchos jóvenes, y no tan jóvenes, follan a pelo porque les da vergüenza pedir el dinero a mamá, a papá o por mil razones. El condón debe ser como el agua. No se le debe negar un condón a nadie. Por ello, está bien que exista una democratización del preservativo donde todos podamos tener uno a la hora de copular. Los preservativos deberían ser como los cigarros. «Perdona, ¿tienes un preservativo?», ojalá sea una frase común en la calle. Contraer una enfermedad light como la gonorrea en Europa no es sinónimo de tragedia. Estar infectado por el VIH es sinónimo de angustia ( o resignación), de un antes y un después en la vida uno, una muerte social para muchas personas- por desgracia- cuando se entera media oficina. No todo el mundo es Pepe Espaliú. No todo el mundo coge al Sida por los cuernos y sigue viviendo como Dios manda: feliz. Antes de llegar de llegar a esta situación, ¡queremos condones para todos! Un condón gratis o a un precio módico es el futuro. Posdata: Cuando digo jóvenes de 17 años; también están los que se inician a los once.

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Los pobres (según un burgués de pasado leninista)

 

La reflexión profunda y honesta nace desde abajo, desde los arrabales. Es mucho más interesante pensar, existir como un pobre a vivir como Marcel Proust. Esa visión aristotélica donde el creador debe ser rico y dedicarse sólo a sus trabajos intelectuales es anacrónica. Debe existir una independencia económica y personal, pero sin mucho ruido. La versión de intelectual que me interesa está en la visión del pobre frente al rico. El débil frente al fuerte. El arte se entiende desde la precariedad, desde la represión, desde los límites que nos da la miseria, mientras que tener la billetera llena hace te tumbes sobre el escritorio y tomes el sol. Hay que desnudarse para crear pensamiento. No hay metales para pensar, sólo ideas-como las que creó Diógenes, y no Platón-. Dando un salto bien grande, ¿recuerdan la historia de Diógenes con Platón? Platón fue un esclavo del poder, mientras que el cínico de Diógenes reflexionaba en contra de la alienación.

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Sombrero vacío de existencias

 

Ponerse el sombrero es cosa de caballeros y señoras de buenas costumbres y de buenas formas. Me da igual. No sé lo que escribir, hoy. No estoy en blanco. No estoy iluminado por la experiencia. La vida de uno es su mejor artículo. Hoy no he vivido lo suficiente, o quizás no he recordado con precisión lo vivido. Quiero mi sombrero de copa- con permiso de Mihura-, ¿para qué? Para seguir viviendo, para protegerme de los vientos con polvo y mala leche, para seguir escribiendo. El mejor sombrero del intelectual es su dignidad. Una vez que la pierde puede seguir existiendo, puede seguir siendo feliz pero en una felicidad enlatada. Para ser feliz hay que quererse mucho, creo. Quererse mucho pasa por tener dignidad. Tener dignidad, por otro lado, es ser honesto con uno mismo y con la ética. Uno puede estar bien consigo mismo asesinando a ancianas, pero hay una conciencia de la ética; ahí. Una conciencia de sombreros que impide ponerte el sombrero. Hola, ¿hay alguien ahí? Dime, soy yo. ¿Quién eres? Nada, pregunto por mí mismo. ¡Váyase, aquí no hay nadie! Póngase su sombrero, y siga su caminito de Jérez.