El cerebro político no tiene ningún control sobre la realidad. Aprueban decretos, pero la ley de la naturaleza gobierna sobre ellos- y sobre el mercado- a pesar de todo. Este virus- hijo de puta- nos ha demostrado que no somos dioses. Encima de cualquier decisión está la vida, la mano de la naturaleza que hace y deshace lo que crea conveniente. Pero claro, esa madre naturaleza se puede domesticar; podemos dialogar con ella; tomarnos un pulso o un té, mientras le exponemos nuestros problemas (cosa que no hace el gobierno de España) o degollar a nuestra madre como hace el gobierno de China. Lo justo es condenar a quien hiere a mi madre, a su madre, a nuestra madre.
Nuestra sociedad ha librado su particular cruzada contra los ancianos, contra nuestros mayores. Aunque nunca somos mayores, como diría mi buen amigo Pedro de Pablo-conocido como «Cid de Pablo»-. Hemos secuestrado a nuestros mayores en residencias, sin tener la paciencia de soportarlos como ellos nos soportaron de niños. Hay casos y casos, en cuanto a la otra cara de la moneda que es la infancia. Hay progenitores que no pueden cuidar de sí mismos, y por consiguiente de sus hijos. E hijos que no pueden con el peso de sus padres. Aun así son tus padres. Yo renunciaría a un futuro prometedor por cuidar a mis padres, porque como, bien, dice una amiga cubana: « Quien no quiere a sus padres no quiere a nadie». Suponiendo que los padres de uno sean lo peor, «lo fatal» como diría Rubén Darío: son tus padres. Es muy sano llevarse bien, o cordialmente con ellos. Son tus padres, a pesar de los golpes y el pasado: son tus raíces. Un día se irán. Volviendo a la «gerontomaquia», término cuya autoría se la debemos a Franco «Bifo» Berardi que no se equivoca cuando habla de ese virus, ese coronavirus, que va en contra de los ancianos, de los octogenarios. Parece que todo va en contra de la tercera edad, en estos tiempos posmodernos. Antaño simbolizaban la sabiduría y el respeto. Hoy son aburridos, pesados y una carga para la seguridad social. Siempre digo que me siento muy gitano, ¿sabéis por qué? Por su respeto y consideración a los mayores. Cuando un gitano se vuelve viejo se vuelve sabio, se vuelve casi siempre patriarca o matriarca.
Quiero, pero no debo. Quiero mezclarme con el mar sin convertirme en un narcosireno. Sólo quiero pasear por la orilla. Ver el horizonte. Sentir el frío mañanero que espabila a los obreros y a ese ejército de niños- y madres- que van al colegio FernandoGuanarteme. Quiero mar. Para saciar mi espíritu tengo que ver el mar, escribió SauloTorón. Esta frase ya forma parte del ecosistema de Las Canteras, junto a la escultura del pescador. Ese pescador- o pescadora-es el artesano que se levanta para pescar, redactar sentencias, labrar o trabajar por el progreso de toda la sociedad. Me debo a la paciencia y a estos días hermosos, donde aprovecho para estudiar y disfrutar de cada instante. Somos humanos, nos podemos adaptar a casi cualquier ecosistema. Estoy adaptado a esta situación, a pesar de tener a Las Canteras muy lejos- y a la vez muy cerca-. Pronto volveremos a escribir poemas sobre la arena, pronto nos bañaremos en las aguas sagradas de nuestra playa.