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La ley del puño y el patadón en la boca

 

Las viejas tempestades se asoman al balcón como marujas con hambre de odio y venganza. Las cosas ya no son lo que eran. El pasado es un cretino que no tiene testículos para dar la cara, mientras que el futuro es un ermitaño que renuncia a sus hijos; a sus libros por un momento de tranquilidad. Hola, ¿hay alguien ahí? Estoy solo, estamos solos: completamente solos. Perdidos. Tristes. Desnudos vestidos. Sucios bañados. Prostituidas monjas que nunca han visto varón. Adiós a esta mierda. Ya es hora de romper la ley del puño por la libertad, y el patadón en la boca por un ramo de rosas blancas que se regala el día de San Juan al enemigo.

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Es por tu culpa, puta

 

Estoy leyendo la página 76 de “El amante” de Marguerite Duras. Los gritos de los enamorados de enfrente no me dejan continuar. Todas las noches la misma historia de ira que se arregla con un polvo. Nunca han llegado a las manos. Su vida es una telenovela, cuyo escenario se desarrolla en el salón de su casa-ante la mirada de quienes vivimos enfrente de los susodichos-. Los que viven a dos manzanas también sufren los gritos nocturnos de este amor. Por las tardes lo ves dándose el lote enfrente de un supermercado. Sus hijos ya no viven con ellos. El mayor se quedó escuchando a Los Chichos hasta que se convirtió en una versión light del Vaquilla. Hemos llamado muchas veces a la policía. Es insoportable. Nunca han llegado a las manos. Se gritan en el salón, para acabar abrazados en el dormitorio. Él le dijo: «Es por tu culpa, puta». Ella no gritó. No sé si le habrá respondido.

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Los amantes

 

Hoy es un buen día para llorar de alegría. Abrir la boca y clamar a Dios: «Belleza, más belleza». La belleza de los buenos días. La belleza de las lágrimas que caen sobre una mejilla, para después convertirse en un lago donde los amantes fornican o buscan a su Caronte. El Caronte que los casará más allá de la tiranía paterna. Los amantes  no son de este mundo ni del otro, ni de los otros. Los amantes son una canción a las 8: 20 de la mañana, o una leyenda que va de boca en boca. ¡Dejadlos en el regazo del amor! ¡Dejadlos vivir viviendo en sí mismos, uno en el otro! Lo habéis conseguidos: los amantes ya son piedra, piedra que pule un albañil para convertirla en una obra de arte que regala a su amada, a sus hijos, al mundo; al sol y a la luna que fueron testigos de su constancia.