Estoy debajo de una ventana rememorando la alegría de la mañana. Me asomo al universo azul. Por primera vez en mucho tiempo disfruto del cielo. Del milagro atmosférico con sus nubes, que son como líneas picassianas sobre el gran lienzo de la vida. Este destino, en estos tiempos de coronavirus, me ha permitido levantar el freno de mano y sobrevivir volviendo a la esencia: disfrutar del paisaje que hay en mi ventana- ¡gracias a la vida que podamos asomarnos a la ventana o a la terraza!- o el paraíso que se está creando en mi interior, en estos tiempos -sin rey, ni reina-.
Carmen era nuestro icono más transgresor. Libre, simpática y buena persona. Vivió como murió: sin nada. Fue un ser humano tremendamente generoso en el amor y en la calle. Por amor transformó su identidad; y de la calle rescató a toxicómanos, putas, marginados sociales, etcétera. Carmen fue un ángel para los que tuvieron la fortuna de convivir con ella. Fue generosa, sí, demasiado generosa. Todo el mundo iba a casa de Carmen a pedir dinero para un pan, un porro, un condón o una dosis de heroína. Fuiste una mujer con una sensibilidad para el cante y el baile maravillosa. Tuviste como referente a Doña Carmen Amaya, un genio bailando. Tú, Carmen, fuiste la princesa de la tele. Diste de comer a muchos ejecutivos y tertulianos, para después acabar con tus cuadros-con tus pelucas, con tu maquillaje y con tu bata de cola-en la basura. ¡Qué poco respetamos a nuestros referentes! Nos has hecho felices. Eras algo más que un personaje televisivo. Fuiste, y seguirás siendo, una voz de oro que desde «El Cangrejo» de Barcelona se volvía eterna. Cantabas con el corazón y con ese mismo corazón de claveles te dedico, tu canción:
Carmen, Carmen, Carmen… ¡Carmen!
Se murió Carmen, y España entera lloró.
Del somorrostro a la playa, ya su estrella se apagó
Se derrumbó su muralla, como la de Jericó.
Carmen, Carmen, Carmen…¡Carmen!
Se murió Carmen , y el mundo entero lloró.
Llenar la nevera y comprar mil kilómetros de papel higiénico en el Mercadona. Esa es la fórmula divina, sólo es válida si compras en el Mercadona. Una empresa maravillosa que nos hace bien, pero, ¿no hay más supermercados en España? Sin duda, Mercadona se ha convertido en el Templo de Salomón donde van a pasar el rato (o una eternidad) los que temen al coronavirus- es decir, casi toda la población española-. Parece que la vacuna contra el coronavirus está en las estanterías del gigante valenciano. La situación es surrealista. Si no quedan rollos de papel higiénico, agua o tomate en el susodicho me pongo a llorar. Yo no lloro. Prefiero ir al Hiperdino ( así apoyo a las empresas de mi tierra canaria). Me encanta el Hiperdino-y el Mercadona, también-. Me gusta todo, pero con equilibrio y justicia. Los consumidores tenemos la opción de ir a cualquier lado, pero no viene mal equilibrar. Tampoco puedo olvidarme de las pocas tiendas de barrio que siguen abiertas; de esta manera apoyamos a los autónomos que, tarde o temprano, serán violados con una fiscalidad pornográfica. Ojalá este gobierno esté a la altura. Ya han cometido muchos fallos. Finalmente, les deseo una buena cuarenta a los que se quejan por quejarse; muy especialmente a los que vacían las estanterías y se cabrean. En el supuesto en que no haya nada y no tengas tiempo/ganas de ir a otro lado: compras por Internet. ¡Lo más cómodo del mundo! Esto no es el fin del mundo. El sol sigue iluminándonos.