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¡Abajo la poesía!

 

    Taburete, ¿dónde se sienta la poesía?Taburete, ¿dónde se sienta la poesía?

 

Lo siento, no puedo ir en contra de mi naturaleza. Acabo de llegar a casa. Son las 6:17. Me preparo y escribo, después de releer y subrayar la entrevista que le hizo La Provincia a Rafael-José Díaz. Una entrevista espléndida con titulares polémicos, preguntas inteligentes, respuestas sapientísimas. Vamos, una entrevista genial y absolutamente comercial. ¿Cuál es mi sorpresa? En la contraportada no pusieron esta entrevista que dignifica la escena cultural canaria: no, no pusieron a Don Rafael sino quisieron (o quiso) poner a un friki que anima a sus fans a quitarse la mascarilla, el hijo de Bárcenas, Guillermo Bárcenas. Guillermo es un chico valiente, un poco ignorante, ha sufrido bastante con el tema de papá. Pero, no merece estar en la contraportada del periódico. Él no: ni desde el punto de vista comercial, ni intelectual. Dijo algo sobre su comentario “ni una puta mascarilla”, promocionó su rollo pseudomusical y no quiso hablar de papá (lo entiendo). Sigo sin entender que esto pase. Escandaloso, pero en la cultura y en la intelectualidad canaria todo es quedar bien. Lo siento, hoy no. Los uno ochenta euros del periódico que he pagado me legitiman, para criticar lo que crea conveniente y catalogar de escandaloso el espacio dado a un músico sin poesía; escondiendo la poesía entre las páginas del periódico. Es una metáfora de nuestra escena poética: escondemos a los poetas, para dar voz a los nuevos profetas: los influencer. No se equivoca Rafael-José Díaz, cuando habla de una parapoesía: «palabras banales escritas con mucha sencillez para llegar al mayor público posible y vender cuantos más libros, mejor».

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La vida cotidiana

 

Mis artículos son escritos por lectores y amigos. Ustedes están en mis artículos, y me inspiran a publicar cada cierto tiempo una disonancia. Estuve en una playa iniciática, donde se pasa por un túnel negro para finalmente ver una extensión de tierra; unas cuestas que bajan a una plaza, donde nos montamos un asadero y pasamos una tarde estupenda. En algún momento hablando con Iván Artiles, que es ese tipo de persona que anima a uno a escribir desde la verdad; es de alguna manera la voz del pueblo, de la gente normal y maravillosa de la calle. Iba a escribir sobre Juan Carlos I, pero me animó a escribir sobre la nueva realidad. Me pareció mucho más interesante escribir de sentimientos, de realidad, de humanismo y no de personas portadoras de títulos. Los títulos no me interesan. El único título importante para mí es el de Derecho, a ver cuándo me lo saco. Iván me lo propuso, y la realidad me abrió el camino para seguir escribiendo. La realidad es como seas con ella: buena gente y natural. La vida quiere a gente natural que crea espacios y esculturas con las piedras de la playa.

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Cómo ligar en el 2020, el amor posmoderno

Fotografía del genial Javier Garva©

 

 

 

 

Una de las muchas formas de ligar es comentando la foto, o el estado- en Instagram- del crush de uno. Me gusta gustar, pero en este caso no ha habido respuesta. En estas cosas del amor verdadero, concepto que ha pasado a la historia, mientras el amor líquido, del enamoradizo de Bauman, toma más fuerza con todas las aplicaciones que nos facilitan nuestra vida amorosa o sexual. Este amor en tiempos de Instagram vale lo bonito o feo, que hayas planteado tu perfil. El amor posmoderno es eso: un perfil bonito donde cazar. Todo en la vida se ha vuelto una Tinderización o una badooística. Todo tu ser se limita a unas fotos, y a un texto donde describes lo que buscas: para cuándo y qué buscas más allá del deseo- o el deseo, simplemente-. Todo es líquido. Las personas que ligan tienen ansiedad. La ansiedad de los 21 minutos. 7 para hablar y hacer caminito para los otros siete minutos, que pasamos encima de una cama o una encimera. La realidad es ansiedad. Todo va deprisa. Te modernizas y aceptas las reglas, o te estancas en el amor romántico y en la virginidad hasta el matrimonio (concepto utópico donde los haya, en una sociedad donde las sillas y las ventanas tienen ganas de un polvo; y chao).