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Al alba, Alba Sabina Pérez

alba.jpgAlba Sabina Pérez es una poeta de la transparencia, elemento poco común en la alta poesía que representa esta autora. Cuando uno lee a Alba, se queda con un sentimiento de transparencia en el cuerpo; su literatura es como un gato a la intemperie, una transparencia que trasmite misterio. Su literatura es un gato mestizo rencarnado en Salomón; el rey de Tiro o Pentti Saaritsa. Y en cuanto a la persona, me inclino ante su generosidad y su búsqueda de la palabra exacta en el verso exacto y con el sentimiento exacto. Y si además de esto, ayuda al otro a encontrar su estilo en el verso; solo puedo cantarle una bulería: «arroyos claros, fuente serena; los ojos de mi niña son dos estrellas», ojos como los de una gitana y una literatura, si me lo permiten, con la sabiduría sapientísima de las caravanas nómadas de los gitanos, caravanas que recorren el mundo con toda una literatura a cuestas. Esto es una excusa para afirmar lo maravillosa que eres, Alba; y presiento- como cantó Luis Eduardo Aute- que tras esta noche de premios, vendrá la noche más larga donde tu literatura será una luna para los enamorados, para los bohemios, para los sabios y para todos los pueblos.

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Oriente

Mis rodillas se están acostumbrando a este ecosistema de murciélagos negros. Los murciélagos azules, ya, forman parte de mi pasado pakistaní. Todo es pasado. Ahora, me debo a este país de islas artificiales: el primer mundo para los que buscamos montañas de pan. Encontrarás montañas de pan y ríos de miel en todas las plazas de los beduinos, me dijo un compañero de la Facultad. Cierto, encontré a beduinos que renuncian a su pasado… ¿Debo decir esto? Sé que después de estas palabras, me deportarán a Pakistán; o me denieguen el visado (tan valioso como un poema de Ibn Arabi o Rumi, o el mismo Corán), pero la verdad debe ser conocida por los otros. ¿Acaso la desconocen? Aquí, en la capital, casi todos los extranjeros estamos en el mismo saco. Un saco mordido con olor a sudor y a cerrado. Apesta la moralidad, la doble moralidad de nuestros amigos que nos devoran (como un perro a un cerdo recién nacido) y nos explotan. El trabajo es respeto, me enseñaron en la escuela de mis padres; estas gentes no respetan, somos esclavos. Están tan reprimidos por su pasado desértico, árido, de murciélagos y escorpiones que no saben qué hacer para sentirse algo. No se sienten civilización. Desconocen lo que es la civilización y la historia, ¿acaso desconocen que la historia es cíclica como afirmó Hegel? Queremos paz, trabajamos para vuestros rascacielos. Para vuestros contenedores, para vuestras familias, para vuestras playas, para vuestro crecimiento como sociedad. Pero, merecemos un respeto aunque no seamos de aquí.

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Kamutef

He dado mil vueltas sobre la arena del amar. Mis lágrimas se han convertido en monstruos marinos, que tocan darbukas y bandurrias al ritmo del aire salado. Antes de salir del umbral del morabito, me solté el cabello: caminé descalza sobre la arena mojada, perseguí las huellas de los profetas, hasta darme cuenta que yo: soy una profeta que danza entre la música del mar y los humanos. Abrazo a toda la humanidad, soy feliz. He visto la luz al fondo del risco, después de caminar mil años de kilómetro sobre los cristales rotos, sobre los asteroides caídos de alguna galaxia depresiva. Todo es pasado, y como me debo al presente de los focos naturales que salen de la arena; salto encima de ellos. Tapo uno y sale la luz de otro. Luz encendida, luz apagada. La luz nunca se apaga, mientras la paciencia sea el baile sapientísimo de quien espera la llegada del Dios Min. Llegará para dejarme embarazada. Seré lo que él quiera que sea, pero mi hijo será el heredero de este mundo. Dará vida a Poseidón y a todos los mortales. Todos los marineros, y todos los peces le rezarán. Querrán ser libres, y yo- como mamá del heredero de Min- ordenaré la liberación de esta maternidad que me está matando. Doy vueltas en la mar; veré la luz y la belleza de un hijo, nuestro hijo Amón-Ra.