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María Teresa Fernández de la Vega, elegante

 

 

María Fernández de la Vega, elegante.
María Teresa Fernández de la Vega, elegante.

 

Es interesante la afirmación de María Teresa Fernández de la Vega: «Cuando una mujer da un paso, todas avanzamos». De la Vega pertenece a la tradición de Santa Teresa de Jesús, mujer libre que camina y lucha a pesar de la tormenta patriarcal o los fuertes vientos que desean tumbar, acabar con cualquier mujer inteligente. Santa Teresa de Jesús lo fue, y por ello fue acosada por la Inquisición patriarcal de entonces porque el patriarcado es un camaleón, es un litro de agua venenosa que toma cualquier forma con tal de seguir existiendo. De la Vega es el paradigma de mujer libre que es libre por sí misma, y no por una discriminación positiva (¡horrorosa expresión, ojalá le cambien el nombre!). Llegó a ser, gracias a su propio esfuerzo. M.T. F. de la Vega es otro ejemplo de mujer inteligente formada en la dialéctica de María Zambrano, Campoamor, Emilia Pardo Bazán. Toma su voz de todas esas mujeres, y otras muchas, para crear su propio discurso. De la Vega es una mujer guapa con un discurso elegante, es un baobab firme en sus ideas y en su estética donde los colores huelen a África. Lo más bonito que tiene María Teresa es su libertad, dice lo que cree conveniente. De la Vega es uno de esos baobabs verdes y hermosos que acabarán con la chulería histórica del anticristo patriarcal.

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Especies bibliotecarias

Templo de las especies bibliófilas
Templo de las especies bibliotecarias.

 

Todas las subespecies humanas se encuentran en una biblioteca. Nunca falta aquel (casi siempre en masculino) que observa películas o fotos de altos grados centígrados. Tampoco falta la loca que te cuenta su vida o, directamente, se la inventa: hoy es pitonisa, mañana médico y pasado viajera en el tiempo. Lo mismo estuvo desayunando con Enrique VIII o aprendiendo idiomas con Cleopatra. El ecosistema de la biblioteca es especial: convivimos los locos y los genios. Algunos van a estudiar: otros van a hacer cosas malas: otros pasan la tarde hablando con la segurita y casi todos son felices. Cada uno a su manera: desde estudiar a pasar el día. Todos hacemos lo posible por ser felices. Hace un momento me he referido a la loca que viaja en el tiempo. No es la única. Yo también viajo en el tiempo. Leer a Ibn Jaldún durante unas horas es viajar a las calles del Damasco de antaño, pero solo viajo si lo leo en la biblioteca rodeado de toda esa especie humana: es broma. Yo a lo mío y ellos a su suyo. Cada uno a lo suyo, mientras se haga en silencio y sin molestar al otro. Vivan las bibliotecas donde el silencio, el respeto y el amor por el conocimiento cohabitan.

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La toxicómana de los dulces

 

Dosis de helado de dulce de leche.
Dosis de helado de dulce de leche.

Perdida en sí misma. Se siente mal. Vagabunda que recorre las noches en busca de un helado de dulce de leche, una tarta de queso con mermelada de arándanos o algo dulce. Cuando dan las once se transforma en una toxicómana en busca de su dosis. Llama por teléfono o se pide algo por alguna app. Se presenta el chico y le deja propina. Ella lucha, ella combate contra la ansiedad. Su única arma es esa tarrina de dulce de leche, o esa cucharita que barre con cualquier trozo de tarta. Su adicción es dulce: se niega a las drogas duras. Lleva mil noches así. Le cuesta respirar. Está gorda, pero es feliz comiendo. Solo es feliz comiendo, pero (¡ay!) de esas noches donde la app no funciona o la cocina cierra pronto o. Se convierte en una loba, una loba carnívora. Corre como un camión en medio de las dunas. La loba compra a su presa. Es feliz. Sabe que cada vez que engorda está más cerca de la muerte. Lo sabe y mejor que nadie: es médico. Si ella quiere ser toxicómana en su libertad, ¿qué podemos hacer sus amigos?