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Carmen

 

Carmen se enamoró de su mirada, de su forma de caminar. Pero, él desapareció. Fue un amor casi soñado, un fantasma que perturba el alma para escaparse a otro mundo. Enamorada. Carmen desenamorada juró no volver a enamorarse. El fantasma volvió después de veinte años. Aquella belleza se había convertido en una vieja con artrosis sentada en el umbral de su casa. Barría su casa por las noches. Cocinaba al mediodía y todo lo demás se lo dedicaba a las telenovelas. Su amor volvió, pero ella perdió veinte años de su vida por un hombre que la quería para dos horas; y no una vida.

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Houellebecq y las máscaras de un provocador

 

Michel Houellebecq y Depardieu en la película "Thalasso".
Michel Houellebecq y Depardieu en la película «Thalasso».

 

Escena de fondo anaranjado. Ambiente tenso. Houellebecq es apedreado por salafistas y reaccionarios, mientras unos simpatizantes de Marine Le Pen se burlan de su dolor imitándolo. Todo el mundo se burla de Houellebecq. Todo el mundo se burla del escritor, pero como dice verdades (algunas bien maquilladas y otras de látex) y nos retrata tan bien: lo perdonamos. Decir verdades te salva aun siendo un provocador. Ser provocador, para Houellebecq o para mí, es una forma de divertirse como ir al karaoke y molestar al público con tu horrorosa voz. Provocar es divertirse, no más. Pero si esa provocación viene acompañada de una verdad, ya eres peligroso para el sistema; y por eso Michel tiene mi admiración personal e intelectual porque dice verdades sobre el sistema sin salirse del sistema y alimentándose del sistema en sus múltiples variables. Otra cosa hermosa que tiene Houellebecq es la generosidad. Es más generoso con sus enemigos que consigo mismo. Lo supe leyendo “Sumisión”. Jamás he visto un análisis tan moderno, tan de calle, tan coloquial, tan natural de los musulmanes que viven en el mundo occidental. Critica esa vertiente radical/politizada del islam a favor de un islam democrático, de un sistema multicultural, de una Europa democrática que progresa apartando a los intrusos ideológicos, financieros, políticos, teológicos. Europa tiene que ser, más allá de lo dictámenes de los enemigos (o falsos amigos) de Europa. Houellebecq es eso: un amigo que se hace pasar por enemigo, porque decir verdades a casi ningún amigo le interesa.

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El lector de André Breton

 

Esta mañana-la de ayer- estuve en la librería Sinopsis. Un joven hablaba de Breton como si fuera su vecino del bloque de al lado. No pude resistirme: ese espíritu de reportero de guerra o maruja de barrio me lanzó a preguntarle, a abrir una conversación con él. «Te gusta la literatura francesa, ¿eh?». Me respondió muy tímidamente que sí. Y poco a poco, casi como un cirujano, fui creando algo que no sé si se podría llamar conversación o diálogo de un neoplatonismo extraño. Los jóvenes lectores, o los jóvenes genios como este lector de Breton, tienen un mundo interior tan hermoso (¡tan universal!) que, en muy pocas ocasiones, comparten con el mundo. Creo que no se equivocan, ¿para qué compartir tus ideas con el mundo si no quieres? Los sabios buscan su crecimientos personal: escribirán mil tratados de poesía y física, pero primero crecen ellos y, después, si cuadra la cosa sacan esa criatura al mundo.