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En contra del ego

Todos los sábados y festivos hago un estudio sociológico, antes de entrar a trabajar. Voy vestido de azul, pero antes de entrar a trabajar paso por el supermercado. Hoy compré unas tortitas de arroz. Y en ese ir y venir de gentes no percibí la misma actitud, frente a las veces que iba vestido con una americana o unos levi’s. La gente menosprecia. No me sentí inferior a nadie, por supuesto, pero me pareció cruel lo siguiente. He entrado como tres veces a este súper, y en las tres ocasiones la gran mayoría de la gente mira mal: con cierto desprecio, pero un desprecio distante como si el personal de limpieza fuera criminal. Dos mujeres y un hombre, en lo que llevamos de experimento, se me adelantaron, en el pasillo, empujándome el hombro (¡tenga cuidado, por favor!) Y la gota que colmó este vaso fue, ya, dejado atrás el súper; casi entrando al trabajo: un tipo me miró de arriba abajo, y se burló de mí. No soy esclavo del orgullo, hace mucho que he escavado fosas para el vicio y el ego. La actitud habría sido hacerle ver que esa no era la actitud, pero en medio de la carretera y ese tipo dentro de su coche: habría sido difícil hacer lo que me gustaría haber hecho. Las circunstancias no acompañaban, o sí. Me siento feliz (tan contento como si estuviera en un tablao escuchando a Camarón, en directo) trabajando de limpiador todos los sábados y festivos. Limpio todos los ascensores de este sitio que tiene de todo, limpio junto a mis maravillosas compañeras (especialmente mi «tengo la cadera al queso«) los suelos con la mopa bailarina. Si bailas con ella, ella te ofrece la magia de barrer. La empatía es una necesidad. Quizás, reflejo mis valores en los demás y por eso me haya sorprendido por la actitud altiva de la gente: no lo entiendo, lo único que sé es que continuaré de limpiador porque me hace feliz y honrado.

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Salomón

Salomón fue inteligente cuando eligió el conocimiento, frente a todos los placeres del universo. Los mortales eligen dinero. Salud. Amor. Sí, amor: besar los labios y dormir con ese amor prohibido. Prohibido, pero deseado. Tomar las manos de papá, pedir un deseo y convertirlo en hombre sano. Pero, este no es el caso. La paradoja se esconde en qué es el conocimiento, el conocimiento es el camino: el cómo se recorre y qué puertas abrir en ese viaje. Salomón le pidió a A/D/Y todo el conocimiento del mundo (de los tres mundos: como diría un discípulo de Descartes), y supo caminar por el sendero correcto. Y ese el misterio de la vida: tomar el camino idóneo para aprender sin errar. Cosa imposible, lo sé: pero a pesar de las circunstancias, el hijo de David consiguió vivir con placer sin desear placer sino gnoseología.

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Templanza

Círculo negro, cuadro del suprematista Kazimir Malévich
Círculo negro, cuadro del suprematista Kazimir Malévich

Unirme con el libro más bello de las tres dimensiones. Ese libro es el alma, lo tomo con templanza y veo la luz. La luz tenue que nos salvará del salvajismo. Unirme al libro, unirme a mi alma. El libro es sinónimo de alma. Quien no conoce su libro, no tiene alma. El concepto libro, en este contexto, no es un formato encuadernado sino una llave que, según las circunstancias, se recita o se lee. Hay quienes no leen, pero conocen cada una de las letras de su alma. Letras escritas con el oro de la templanza de quienes caminan pausados y felices. Esta mañana he caminado bajo la templanza del cielo (él también conoce su libro). Subí los ojos hacia el techo, y me encontré con una gran luz. Una luz omnipotente, celestial e infernal: esa luz es la biblioteca donde todas las almas-libros se posan (por orden del Demiurgo). No todos pueden ver esa biblioteca que vuela en los cielos. Quienes observan con templanza, sí.