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Escribir: ¡vaya verbo, bro!

 

Me cuesta escribir cuando dejo de escribir, es volver a poner en marcha una maquinaria oxidada. Cada día sin escribir es un siglo de aburrimiento y diversión, ansiedad y calma. Tengo una relación extraña con la literatura, a más pienso en quien me lea: menos escribo, más desgana siento. Escribir para mí, por otro lado, era algo liberador cuando era un niño o adolescente de bibliotecas y playas; pero ahora que soy un hombre libre y con pasta escribo porque sé que tengo que escribir. Juancho acertó cuando dijo que la literatura/inspiración te abandona, más, cuando la abandonas. Uno se aleja tres días de su cama, ella te borra de su lista de follamigos. Retomar el contacto con la literatura es difícil, y casarte con ella es un suplicio: flores, follar a todas horas, mimarla y así cualquier cosa. Ella es así, es darle todo a cambio de su amor: seguir escribiendo.

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