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La ley del puño y el patadón en la boca

 

Las viejas tempestades se asoman al balcón como marujas con hambre de odio y venganza. Las cosas ya no son lo que eran. El pasado es un cretino que no tiene testículos para dar la cara, mientras que el futuro es un ermitaño que renuncia a sus hijos; a sus libros por un momento de tranquilidad. Hola, ¿hay alguien ahí? Estoy solo, estamos solos: completamente solos. Perdidos. Tristes. Desnudos vestidos. Sucios bañados. Prostituidas monjas que nunca han visto varón. Adiós a esta mierda. Ya es hora de romper la ley del puño por la libertad, y el patadón en la boca por un ramo de rosas blancas que se regala el día de San Juan al enemigo.