Magdalena: española e independentista catalana
Magdalena está desnuda. Pinta dos banderas en su cuerpo. La mitad de su cuerpo es español. Y la otra mitad es independentista y catalana. Acaba de salir a la calle. Todos la insultan: ¡Puta! ¡Guarra! ¡Zorra, ojalá te mueras! Todos, sin importar su ideología, quieren humillarla. Un anciano la abofetea, mientras grita: « ¡Llibertat!». Dos manzanas más allá, en la Calle del Comte d’Urgell un hombre se abalanza sobre su mitad de cuerpo español: «Esta sí que es una bandera». Comenzó a besar esa mitad como si fuera una muñeca. Ya es de noche. Dos hombres le bloquean el paso. Otros dos se acercan a la escena. «Dejadla españolitos de mierda», dijo uno. «Mierda es lo que sois vosotros, gentuza. Ella es nuestra». Comienzan a pelearse. Después de diez minutos parece que la pelea no para. Uno de ellos grita: «Parad, nuestro objetivo es ella». Magdalena observa la escena a lo lejos. «Queremos a la piba», dicen. Se ponen de acuerdo, el objetivo es violarla. Magdalena lo nota en sus miradas. Corre. Ellos la persiguen. Le abren las piernas violentamente. Ella llora con rabia. «Hija de puta, no estés tensa». Los colores de la bandera española han desaparecido. Los de la bandera catalana, también. Magdalena ha sido violada por unos radicales. Magdalena es el progreso y el diálogo que viola, por la vagina y el ano, la clase política española y catalanista.