La no-tragedia (¡espero!) en una noche de verano

 

La noche silenciosa. Dos amigos conversan. La conversación se torna en una carrera en contra de la tragedia. La ambulancia no tardó nada en venir. Un coche volcado, después de romper la valla. Familiares y amigos lloran con la rabia del condenado a muerte. La fiesta se tornó en desgracia, en pena, en un camino que habría llevado al conductor a darse un paseo con Caronte. Dicen, supuestamente, que fue culpa del alcohol. Hay que tener cuidado. No hay que coger el coche en esas condiciones, el coche es un arma de matar: si no se emplea correctamente. Un coche sale de su carril. Se sube a la rotonda. Pierde el control, cae al barranco y espero que no haya sido el final de esta historia. Espero que no haya muerto. Todos los que estábamos en esa escena comenzamos a rezar. Minutos después se escuchó un grito. Dicen que escribir es rezar. Hoy rezo escribiendo a Dios y a la suerte: ¡ojalá no se haya muerto! ¡Ojalá no vuelva a coger un coche en esas condiciones! Mañana saldrá la noticia en los diarios. Ahora me voy a dormir. Mañana tengo clases. Quiero levantarme con la alegría de saber que estás vivo y que tu gente, y todos los que estábamos ahí, terminemos esta historia con final feliz.

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