No existen los imputados, ni los investigados ante los ojos de la sociedad. Ser «investigado» por un caso de corrupción de menores o acoso no sale gratis. Tus vecinos, tus enemigos, tus compañeros de trabajo (o Facultad), tus enemigos, tus exs no entienden de eso. Algo habrá hecho, dirán. ¡Qué desgracia más injusta para los que son condenados siendo absueltos! Seguro que se acuerdan de Jesús Vázquez con aquel caso: pobre Jesús, ese caso es una manchita negra (muy, muy negra) en su carrera. Fue absuelto, pero: ¿quién repara toda esa humillación? ¿Y ese dolor? Ahora está pasando lo mismo (supongo) con Plácido Domingo. Lo acusan de acoso sexual. Lo peor, lo asqueroso, lo repugnante es que sin existir una sentencia ha sido condenado por la profesión. La Asociación de Orquestas de Filadelfia lo mandó a tomar viento y en la misma línea la Ópera de San Francisco. Todavía no hay ni una investigación, y el pobre hombre (pobre, repito) ha sido condenado. ¡Qué poca vergüenza!, no se me ocurre otra expresión. Si Plácido cometió lo que le imputan, y se demuestra ante un juzgado que así fue: debe ser condenado, pero después de la sentencia. Este blog siempre se ha caracterizado por su honestidad, por ello continuando en esa línea (de la que nunca saldré) juro seguir escuchando a Plácido sea inocente o culpable: es una afirmación políticamente incorrecta, pero el arte es otra cosa. Será condenado (en un supuesto o no), pagará y será el mismo Plácido musicalmente hablando. Moralmente será lo que cada cual opine, porque opinar es gratis como dice Ranya.
Dos amigos en concierto ( Miami, 1991)
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