
Si Noel Olivares hubiera desarrollado su vida editorial en Nueva York o Londres se habría convertido en Adonis. Digo «vida editorial» que no es lo mismo que vida literaria. Noel es profeta en Tokio, Teguise o Guelmim por la genialidad de sus palabras, ahora y siempre: la genialidad divina que lo elevará al Olimpo de los grandes poetas y narradores. Noel es un gran poeta, un clásico de la poesía- y la prosa- universal y lo afirmo científicamente dejando de lado- aunque me cuesta- la fraternal amistad que nos une. Es un genio, pero está condenado al océano Atlántico como lo estamos todos aquellos que no hemos desarrollado nuestra profesión fuera de estas maravillosas islas. Canarias es maravillosa, pero silenciosa. Es una habitación con ventanas, con una nevera llena y unas vistas maravillosas. Pero, fuera de la habitación nadie te conoce. Tus vecinos, los vecinos del mundo no saben de ti. A pesar del océano Atlántico, Noel Olivares será un autor universal; reconocido por la historia y por todos los pueblos de la tierra. Estoy convencido: se harán decenas y decenas de tesis doctorales en Princeton o Cambridge o ULPGC o La Laguna sobre el universo olivariano. Con su libro “Trance” supimos que Noel Olivares es heredero de San Juan de la Cruz. Noel es el San Juan de la Cruz de nuestra era posmoderna, pronto lo sabrá el mundo que hay más allá del océano Atlántico. Sabrán que su literatura vive de pie como su último libro “Prosas crepusculares” donde los derviches giran entre páginas exóticas, el padre es un viento tumultuoso que hace temblar la casa y donde se vomita hacia el curso lácteo de las volubles estrellas.
He ganado mi derecho exudatorio (…) orinar en la frente del ídolo, en un ataúd vertical, orinar cara al cielo y culo en tierra (…). (Página 72, Prosas crepusculares; editado por Ediciones Idea).
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