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Las noventa y cinco tesis sobre Noel Olivares

 Noel Olivares, clásico entre los clásicos. ©SikabiCohen
Noel Olivares, clásico entre los clásicos. ©SikabiCohen

Si Noel Olivares hubiera desarrollado su vida editorial en Nueva York o Londres se habría convertido en Adonis. Digo «vida editorial» que no es lo mismo que vida literaria. Noel es profeta en Tokio, Teguise o Guelmim por la genialidad de sus palabras, ahora y siempre: la genialidad divina que lo elevará al Olimpo de los grandes poetas y narradores. Noel es un gran poeta, un clásico de la poesía- y la prosa- universal y lo afirmo científicamente dejando de lado- aunque me cuesta- la fraternal amistad que nos une. Es un genio, pero está condenado al océano Atlántico como lo estamos todos aquellos que no hemos desarrollado nuestra profesión fuera de estas maravillosas islas. Canarias es maravillosa, pero silenciosa. Es una habitación con ventanas, con una nevera llena y unas vistas maravillosas. Pero, fuera de la habitación nadie te conoce. Tus vecinos, los vecinos del mundo no saben de ti. A pesar del océano Atlántico, Noel Olivares será un autor universal; reconocido por la historia y por todos los pueblos de la tierra. Estoy convencido: se harán decenas y decenas de tesis doctorales en Princeton o Cambridge o ULPGC o La Laguna sobre el universo olivariano. Con su libro “Trance” supimos que Noel Olivares es heredero de San Juan de la Cruz. Noel es el San Juan de la Cruz de nuestra era posmoderna, pronto lo sabrá el mundo que hay más allá del océano Atlántico. Sabrán que su literatura vive de pie como su último libro “Prosas crepusculares” donde los derviches giran entre páginas exóticas, el padre es un viento tumultuoso que hace temblar la casa y donde se vomita hacia el curso lácteo de las volubles estrellas.

 

He ganado mi derecho exudatorio (…) orinar en la frente del ídolo, en un ataúd vertical, orinar cara al cielo y culo en tierra (…). (Página 72, Prosas crepusculares; editado por Ediciones Idea).

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Santa Nardy Barrios

 

© Santa Nardy
© Santa Nardy

Nardy Barrios debe ser elevada a la categoría de santa. Podría ser una santa para la Iglesia y para el pop, una especie de Santa Teresa de Jesús que es proclamada santa- Santa Nardy, amén- por la santa sede, o por el mismo Andy Warhol. Nardy lo tiene todo. Viste con colores vivos, populares, modernos: todo un icono posmoderno de la moda. Iba a escribir: «de política no entiendo». No es cierto, conozco la teoría política y la política (no son lo mismo); pero en este artículo solo me referiré a la condición de Diva (en mayúscula) de una mujer empoderada. Estamos ante una señora diva. Esta condición se podría demostrar, científicamente: solo una diva mide el carril bici como lo hace ella, solo una diva habla con su naturalidad y temperamento. La diva de los barrios de Gran Canaria y Tenerife, porque ella es chicharrera de nacimiento y grancanaria de agradecimiento. Ella es del mundo, es la Bernarda posmoderna que va más allá del personaje lorquiano para hacer del mundo: un lugar alegre. Dejo de escribir. Cojo las llaves. Cierro la puerta. Hoy bajo por el ascensor. Salgo y me encuentro a Nardy en los buzones. Impresa en los folletos. Me lo leo. Nardy es una diva, me reafirmo en lo que digo. Camino hacia el portal. Las baldosas tienen el rostro de Nardy. Salgo a la calle. En las nubes está dibujado “Nardyyy Barios”. Alguien se ha comido una «r». Nardy está en las farolas, en el comentario de la gente, en las avenidas, en los institutos y en las universidades, en los libros y en las columnas de opinión. Hace dos días fue el santo de Catalina de Suecia. Hoy, es el de Santa Nardy.

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México

 

 

©Juan Rulfo
©Juan Rulfo

Si me muero enterradme en México. No tendría ningún inconveniente si estas manos (que escriben estas palabras), estos ojos o estos hombros que pesan tanto fueran enterrados en México. Para mí, México va más allá del universo mágico- hermosísimo y admirado- de Rulfo; o la voz de mamá Chavela (no digo su apellido, porque en México y en el mundo solo hay una Chavela: ella), o las decenas de horas de telenovela mexicana que he pasado con mi abuela Mbarka. México es la salvación. No me importaría morir en México o estirar la pata en este momento, en mi tierra canaria, mientras escribo sobre México. México es el paraíso en la tierra. A Eva y Adán no les habría importado quedarse toda la eternidad viviendo, despiertos o muertos, en esa tierra divina. Lo mío con esta tierra, con este pueblo, con esta magia es divino. Nunca he estado en México, creo que jamás viajaré a México. Lo venero tanto que no quiero llevarme una mala sorpresa, porque los sitios son- al fin y al cabo- sus habitantes. Tengo grandes hermanos en México como mi Mary– de Oaxaca-, no sé si algún día volaré a México. Mientras tanto seguiré amando a México como amo la vida.