El miedo, Europa y los antisistemas
Llevamos dos siglos tratando de buscar las causas que generan la incapacidad de España para subir al tren de los países avanzados de su entorno, que también han sufrido quebrantos terribles pero que siempre han salido de los problemas un escalón más arriba. Nunca ha fraguado en España el salto que en el pensamiento, las costumbres, los avances tecnológicos y una clara mejoría del reparto de la riqueza dio Europa Occidental después de las revoluciones burguesas. Cada vez que surge la oportunidad de cambiar la propia historia, aparecen elementos que lo impiden, cuando no hay factores claramente reaccionarios que la hacen retroceder. Como explicación apresurada suele decirse que aquí “no funcionó la guillotina”, expresión que pretende ser una metáfora (demasiado sangrienta para mi gusto) de los cambios sociales que se produjeron después de las revoluciones acaecidas durante el siglo XVIII en Francia y en Inglaterra (en Londres usaban el hacha en lugar de la guillotina) y que aquí no llegaron.
