Vargas Llosa enseña a leer a Vargas Llosa 

La novela de Mario Vargas Llosa (MVLL) Conversación en La Catedral, publicada en 1969, ha tenido unas vicisitudes muy curiosas antes de que, ahora, medio siglo después, se considere de forma unánime que es probablemente una de las obras más influyentes del autor y de toda la creación narrativa de las últimas décadas en nuestra lengua y en buena parte del espacio literario occidental. Todos leímos en nuestra adolescencia y primera juventud a los maestros de Boom y a sus hermanos mayores (Onetti, Borges, Asturias…), que formaban una marca (decir generación sería inexacto) y yo quedé fascinado por García Márquez. Los demás me parecían interesantes, y el que se me hacía más difícil era MVLL. Pero no solo a mí, era el sentir general de la gente con la que comentaba entonces aquellas lecturas. Curiosamente, el ruido del Boom comenzó en 1963 con la curiosidad que fue entonces la cortazarciana Rayuela y la publicación de La ciudad y los perros, primera novela de Vargas Llosa, que fue tan condecorada y aplaudida como la segunda, La casa verde (1965), que obtuvo el Premio Rómulo Gallegos, entonces máximo galardón para un narrador en nuestra lengua. El ruido de este grupo de novelistas se volvió estrépito cuando, en 1967, apareció Cien años de soledad.

Dos años después, en 1969, salió Conversación en La Catedral, una novela que desconcertó a los lectores y a los críticos. Las historias (porque son muchas) que cuenta son magníficas, pues hacen un retrato certero de un momento crucial del Perú y de toda América Latina (empieza preguntándose en qué momento se jodió el Perú). La dificultad era otra: Si Rayuela resultaba novedosa por incluir la posibilidad de intercambiar el orden de lectura de sus capítulos, esta tercera novela de MVLL iba más allá, y descolocaba hasta a los lectores más entrenados, porque entrecruza diálogos y tiempos, de manera que se va formando un mosaico que cuadra al final gracias a una arquitectura que incluso por momentos parece no estar, pero que es de una solidez indestructible. Podríamos decir que la novela fue recibida con respeto pero con precaución, porque los más inseguros temían caminar sobre arenas movedizas. Lo más curioso es que, andando el tiempo, se ha visto que esta novela es probablemente una de las fuentes técnicas de las que más ha bebido toda la narrativa posterior a ambos lados del Atlántico. Rayuela tiene el cartel de innovadora, pero creo que Conversación en La Catedral es formal y estructuralmente mucho más atrevida.

Confieso que entonces el comienzo de la novela me resultó atractivo, pero mi inexperiencia hizo que me perdiera en los muchos vericuetos de la obra y la abandoné a medias. Recuerdo haber oído comentar al entonces jovencísimo e inédito JJ Armas Marcelo las virtudes de aquella obra que se arma alrededor de una conversación de amigos en un bar llamado La Catedral. Me dijo que “Vargas sabe mucho de novela”, y leí entonces su ensayo García Márquez: historia de un deicidio (1971), que, por supuesto, me entusiasmó porque entraba en la obra del autor que yo creía mágico. Volví a la novela de Zavalita pero seguía sin saber moverme por su geografía y la abandoné de nuevo. Demasiado inmaduro, aquello era mucho barco para tan poco marinero.

Unos años después, vi en un escaparate La orgía perpetua. Flaubert y Madame Bovary (1975). Había desistido del novelista MVLL pero quedé acostumbrado a su prosa ensayística en el libro anterior. Y fue una revelación; ese libro me mostró lo que es importante en el andamiaje de Madame Bovary y de cualquier novela. Fue como un curso acelerado que me transmitió una especie de ciencia infusa que me daba el superpoder de leer cualquier cosa y no perderme. Tengo a ese libro como el símbolo del momento en que me sentí capaz de escribir una novela. Y ya que era Supermán, volví por tercera vez a Conversación en La Catedral, que llevaba media docena de años cogiendo polvo en mis estanterías. Fue el propio Vargas Llosa quien me dio las armas para leer esa y cualquier otra novela, y para saber distinguir entre lo que es innovación de verdad y cuento chino. La teoría era leer La orgía perpetua, la práctica entrar en Conversación en La Catedral, que esta vez resultó ser una fiesta literaria para mí. No me extraña que el autor diga que esa es la novela que salvaría del fuego de todas las suyas; fue la que más trabajo le costó escribir y es posiblemente el reglamento narrativo que permite a Vargas Llosa escribir novelas con matices históricos, sociológicos, de crítica social o eróticos; y cuando quiere entrar en lo que impropiamente hoy llaman género negro, saca a Lituma a pasear.

Tengo la impresión de que a mucha gente le ocurrió lo mismo, e incluso expertos críticos tuvieron que aprender las nuevas reglas arquitectónicas que plantea Vargas Llosa en esta novela. Cuando consiguieron entenderla se dieron cuenta de que el peruano, además de uno de los ensayistas literarios más importantes de nuestro tiempo es un novelista gigantesco, lo cual no es muy frecuente. Son muchos los escritores y escritoras (recuerdo habérselo leído a Rosa Montero) que confiesan que, al leer esta novela, se asombran, aprenden y disfrutan. Como Rosa Montero y el propio autor, también estoy convencido de que Conversación en La Catedral será una de las obras de Vargas Llosa que seguirán incólumes cuando pase la apisonadora del tiempo y el olvido. Ah, y La Guerra del Fin del Mundo.

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(Este trabajo fue publicado en el suplemento Pleamar del periódico Canarias7 el sábado 17 de noviembre).

 

Un comentario en “Vargas Llosa enseña a leer a Vargas Llosa ”

  1. Gracias Emilio, veo que crecimos con las mismas novelas en las manos y con las mismas sensaciones, suscribo lo que dices, me pasó lo mismo con Conversaciones en la Catedral, pero has abierto el recuerdo del boom de la novela sudamericana y eso no tiene fin. Me dejó huella La ciudad y los perros, por dónde empecé pero cualquier cuento de G Márquez te engancha pa siempre lo mismo que Cortázar, voy a dejar recuerdo, entre muchos mås, de otro autor irrenunciable Rómulo Gallegos. La Hojarasca, anterior a su novelesca conocida de G Márquez, Los Jefes ( lo mismo con V Llosa) curiosidades que dejan ver los inicios de ambos.

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