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La UD Las Palmas y los latoneros

Si hay algo que me molesta es que alguien te advierta de un posible futuro error y cuando este se produce lance un «te lo dije» que suena a revancha dialéctica. No voy a hacer eso, pero sí digo que, en los días de vino y rosas (hace año y medio) en los que La UD de Quique Setién paseaba su gran fúltbol por la Liga de las Estrellas, tomando café con unos queridos amigos escritores -que vislumbraban un futuro brillante y largo para la UD-, les dije que lo disfrutaran el ratito que iba a durar, porque con los mimbres que estaba construido el cesto no aguantaría mucho, se rompería por alguna parte. Y no es porque yo tenga una bola de cristal, es que se repite el cuento como en un tornillo sin fin.

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¿Qué fue de aquellas coronas de laurel?

Desde siempre, las estrellas de algunos deportes se convierten en mitos. La corona de laurel que era el gran premio a los atletas griegos les daba prestigio y también un modo de vida, porque el atleta era una luz para los más jóvenes. Así sigue siendo hoy, y aplaudimos con emoción los triunfos en natación, atletismo, baloncesto femenino o voleibol. Muchos deportistas son profesionales o quieren serlo y a trancas y barrancas consiguen alcanzar ese laurel que suele ser una medalla o una copa. Luego está el fútbol, y ahí se disparan las cifras y se fanatizan los razonamientos. Te dicen que un futbolista debe ganar mucho dinero porque su vida deportiva es corta, pero lo cierto es que la mayor parte de ellos siguen ligados luego a profesiones cercanas al deporte, aunque no sea con salarios como los que cobraban cuando estaban en activo. Está establecido por convenio que un futbolista de primera división cobre al menos 155.000 euros al año, a los que habrá que sumar las primas por objetivos.

Es decir, que en solo cinco años de carrera un futbolista cobra aproximadamente lo mismo que en 35 años de vida profesional de alguien que trabaje en la policía, los bomberos, la docencia o en enfermería. Si hablamos de otras profesiones, la comparación podría ser más dura. Por ello, lo de la corta vida deportiva es una disculpa que usan los clubs para entrar en el mercado-subasta de los servicios de los mejores. Si hablamos de los grandes equipos, los salarios son diez veces más altos, y entonces el cuento de la corta vida deportiva se convierte en fábula, y en ciencia-ficción cuando hablamos de las cifras que llegan a las cuentas de los más renombrados.

eurrosneymart.JPGY ya se vuelve irracional si hablamos de media docena de nombres, alrededor de los cuales los millones se cuentan por docenas, no solo por los servicios deportivos sino por derechos publicitarios, que a veces superan las ganancia en el equipo y en muchos casos condicionan decisiones deportivas porque también se trata de vender camisetas. Continuar leyendo «¿Qué fue de aquellas coronas de laurel?»

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Fútbol y redes sociales

Aunque él sea el primero en no aplicar lo que dice, estoy de acuerdo con José Mourinho cuando dice que fútbol solo es fútbol. O al menos debería serlo, un juego inventado por los ingleses que ha adquirido tal notoriedad social que supera cualquier análisis deportivo. Se toma a los equipos de fútbol como banderas de no sé qué, porque rebasa lo territorial, aunque generalmente hay una identificación con el equipo que lleva el nombre de un lugar. Impresiona (y preocupa) ver cómo se echan multitudes a la calle para celebrar un campeonato o un ascenso de categoría. Es como si a esa comunidad le fuese la vida en ello, y lo hemos visto en los ascensos de muchos equipos y en la macrofiesta que se montó por todo el país cuando España ganó en 2010 el Mundial de Sudáfrica. No veo que eso ocurra con otras actividades; entiendo que la gente necesita alegrías colectivas, pero es que a menudo toma tintes que nada tienen que ver con el juego y menos con lo que debería ser un deporte.
IMG_deddee.JPGY eso no es de ahora pues el fútbol ha sido incluso el detonante de una pequeña guerra (el tamaño habría que preguntárselo a los 5.000 muertos civiles en los bombardeos) entre Honduras y El Salvador, a resultas del enfrentamiento futbolístico entre ambos países en la fase de clasificación para el Mundial de México de 1970. Hemos visto enfrentamientos terribles, porque hay grupos violentos que se amparan en el fútbol para dar rienda suelta a su agresividad, y deberían tener un poco de mesura quienes desde los púlpitos mediáticos echan gasolina al fuego. Se trata solo de un deporte, y si quieres un espectáculo, que debiera terminar cuando se pita el final de cada partido.
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