Esta noche, pase lo que pase en Belgrado, Rodolfo Chiquilicuatre se desvanecerá. Como España tiene una larga experiencia en hacer el ridículo en Eurovisión, esta vez va a hacerlo a conciencia, y si Europa se vuelve loca hasta puede ganar. Entonces el ridículo será para Europa. Lo peor que puede pasarle a esa cosa -no me atrevo a llamarla canción- es que quede en el limbo de la media tabla.
En todo caso, no sobrevivirá más allá de las discotecas veraniegas, en las que sonará como diversión igual que en su día sonaron el Tractor amarillo, La Ramona o La bomba. No hay más, es un chiste. Aunque puede pasar de todo, y si no recuerden el éxito -efímero pero éxito- mundial de chorradas insufribles como La Macarena o el Aserejé.
Puede venderse como sentido del humor, crítica a lo caduco o incluso como disparate surrealista. Como cualquier cosa menos música, que es la combinación de sonido y ritmo. Decir que es una canción ofende. Ritmo sí que tiene, es un reguetón, que aunque dicen que proviene del reggae jamaicano haría removerse en su tumba a Bob Marley. Sonido no tiene, más bien es ruido. Pero da risa, y bastantes dramas salen en los noticiarios. A Eurovisión le ha pasado el tiempo por encima, aunque la mismísima Celine Dion cantara en 1988 representando a Suiza..
Si esa canción está ahí es porque España ha querido, al igual que también están esos magníficos programas como el Diario de Patricia o Dónde estás corazón, que nos transmiten la cultura popular día tras día y que nos han educado para que cuando llegue un momento como el de la votación de la canción que nos representase supiésemos elegir tan acertadamente.
No obstante, detrás de todo este tipo de cosas siempre hay unos intereses y… todavía estoy pensando como una canción que no cumplía uno de los criterios de las bases para presentar candidatura a eurovisión, pudo optar a concurso, ganarlo y, una vez ganado, adaptarse a los criterios establecidos desde el principio.
Este criterio es que la letra no podía tener contenído político, la cual si lo tenía al principio aunque luego se rectificó.
Ese ruido y el papá del mismo, son una evidencia gráfica y sonora de la decadencia de Occidente. Se encumbra el mal gusto y se le convierte en moda, lo mismo se hace con la fealdad en todos sus ámbitos. Se transmite un equívoco y pernicioso mensaje cuyo objetivo parece ser fomentar lo antiestético y la vulgaridad y afecta y crea referentes sobre todo entre los mas jovenes. También marcará sus gustos futuros como sólidas y negativas fijaciones de las que dificilmente podrán librarse. La nuestra se ha convertido en una sociedad antimusical y las sociedades son en gran medida lo que su música y su filosofía.
Rechazo los festivales pues con el tiempo han ido perdiendo categoría y valores, solo prima ganar aunque sea «cantando» basura, mediante acuerdos entre naciones o comprando votos. Y ese mal parece afectar a todo esos concursos, para comprobarlo basta un repaso a las canciones ganadoras en San Remo y Eurovisión desde finales de los cincuenta hasta la fecha. Lo peor que podría pasar es que esa insufrible sucesión de ruidos, cuyo nombre me resisto a escribir, se alzara con el triunfo, creo que Europa entera perdería.