Las nuevas generaciones están tomando conciencia de muchas deficiencias en el funcionamiento de la sociedad y el planeta, y es buena noticia que se pongan al frente de las reivindicaciones que tratan de combatir lacras históricas. La salud, el tabaco, el machismo y la ecología son banderas que hoy enarbolan los más jóvenes, y tratan de hacerse oír en un mundo que parece empeñado en devorarse a sí mismo. Aplaudo ese entusiasmo y esa toma de conciencia, pero no puedo dejar de advertir que para meterse de lleno en un asunto hay que conocerlo y reconocerlo, y creo que a menudo se habla de oídas y hasta se esgrimen acusaciones a las generaciones anteriores, como si la vida hubiera comenzado cuando los más jóvenes se dieron cuenta de que la sociedad es cosa de todos.
No se puede pasar por encima de décadas y hasta siglos de dura lucha contra lo establecido ignorando que esto viene de lejos, y que en cada esquina de la historia se luchó con los medios que había en ese momento, y es muy triste escuchar cómo se desprecia y hasta se acusa a las generaciones pasadas de inacción y hasta de complicidad, cuando son legión las personas que dejaron en el camino mucho sufrimiento e incluso la vida, por algo que ahora creen haber descubierto la gente joven más osada, despreciando y criticando el camino que se ha recorrido y que ha hecho posible que hoy se combata desde un cómodo sillón usando un hashtag (#) de Twitter. Hoy es Día Mundial de Medio Ambiente y conviene recordar algunas cosas que, en el empeño del olvido colectivo, puede parecer que nunca sucedieron. Y sí que sucedieron, de hecho, no hay que ser muy viejo para saber que el mundo ha dado una vuelta de campana en los últimos treinta o cuarenta años, acelerada en este siglo XXI por la capacidad de comunicación que ofrecen las nuevas tecnologías, que por cierto son herencia de quienes ahora son criticados aunque los más jóvenes se crean unos pioneros solo porque las utilizan. Pero no fueron ellos quienes las inventaron.
Nunca he sido partidario del “y tú más”, pero al mismo tiempo creo firmemente en el principio de legítima defensa. A quienes, desde el desprecio al pasado, critican esta sociedad de usar y tirar, habría que hacerles caer en la cuenta de que este desmadre de plásticos y derroche de materias primas es cosa de ahora, y también parecen haber inventado el significado y hasta la palabra “reciclar”. Hace cuarenta años, el agua, la cerveza, la leche y hasta la muy americana cocacola venían en envases de cristal. Una vez vacíos, los usuarios los devolvían a las tiendas y los supermercados, los enviaban a las plantas embotelladoras donde los esterilizaban y los volvían a rellenar; la vida útil de una botella de cristal podía ser casi infinita, y en la basura no había envases plásticos, tetrabrik o materiales que no se degradaban rápidamente. Aquello sí que era reciclar. Como bien explica una anciana en una grabación que corre por Internet, los elementos de higiene se usaban como hoy las toallas o las sábanas, no había pañales desechables, ni toallitas desmaquilladoras que obstruyen las alcantarillas. Quienes critican la destrucción del planeta ignoran que todas esas tareas que hoy dependen en gran parte de la electricidad (consumo de energía que contamina) se hacían a mano. Para obtener una naranjada no se ponía en funcionamiento un exprimidor eléctrico, y no había esa obsesión por el coche. Y así, resulta que las acusaciones de que estamos dejando en herencia un planeta contaminado e inservible no puede recaer en las generaciones anteriores, y si quieren buscar culpables que empiecen por mirarse en el espejo.
Asumamos todos que este planeta tiene recursos limitados, y las protestas han de ir dirigidas a quienes han acabado con los talleres en los que se podría arreglar desde una máquina de coser (que por cierto, hoy también son eléctricas) hasta una lámpara de araña, pasando por mil cosas que hoy solo se pueden reemplazar, sea una lavadora o una estilográfica (dudo que muchos sepan qué es exactamente una estilográfica). Dicho sea de paso que la mayor parte de esas tareas que hoy dependen de la electricidad y antes se hacían a mano eran ejecutadas por mujeres, y entonces la lucha tiene que contener un efectivo reparto de tareas, porque la igualdad de géneros y la durabilidad del planeta no son incompatibles, más bien al contrario. Así que, feliz Día Mundial del Medio Ambiente.
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