Hay que respetar las urnas

Sé que las declaraciones de los políticos canarios quieren dar la impresión de que los pactos van a ir por los senderos marcados por los resultados electorales, pero no acabo de fiarme (lo ocurrido en Telde o Arrecife son ejemplos claros de lo que puede hacerse con el voto ciudadano cuando se juegan poltronas), y hasta que los acuerdos se materialicen tendremos la duda. La culpa no es mía, sino de la variopinta historia de los pactos en Canarias.

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A pesar de esas declaraciones dentro de los carriles previstos, contrasta el paisaje político local y autonómico, confuso, embarullado e indeciso ante los posibles pactos en las instituciones de más peso en Canarias, con la imagen supuestamente nítida de que en Madrid solo hay una posibilidad de gobierno, que pasa por Pedro Sánchez, quien parece proclamar con su actitud pausada y que ya empieza a ser exasperante que tiene varios ases ganadores: 1) que parece ser que nadie quiere que haya nuevas elecciones porque unos por unas causas y otros por otras, tienen todos el patio revuelto, y aunque no hayan tenido buenos resultados el 28 de abril, puede que valoren el pájaro en mano, porque en una nueva convocatoria las cosas podrían empeorar; 2) se muestra seguro de que puede soplar a su favor el viento de los pactos autonómicos, soñando el cuento de la lechera que le dé los dos votos navarros y los dos de CC que le permitan no necesitar siquiera la abstención de Bildu y los independentistas catalanes, a cambio de carambolas autonómicas muy llamativas; 3) quién sabe si espera que finalmente Albert Rivera prefiera tocar poder a mantener su ya desgastado cordón sanitario; 4) o tal vez siga confiando en la “baraka” (potra en árabe) que le ha acompañado en su trayectoria. Por esperar que no quede, lo que pasa es que no sé si tendrá manos para controlar los hilos de tantas variables, y la suerte dura exactamente hasta que se acaba.

Si se materializan alguna o todas las posibles combinaciones que invistan a Sánchez a costa de juguetear con las comunidades autónomas, se habrá consumado un fraude electoral en muchos lugares, que no sería el primero en Canarias, donde no suele ser condición indispensable haber ganado las elecciones para gobernar. Se ha podido conservar la Presidencia y el peso del gobierno sin ser la primera fuerza parlamentaria, porque, por causas domésticas o estatales, se produce el milagro (o el portento, que a veces es cosa del diablo). Las elecciones autonómicas arrojaron unos resultados que alzan al PSOE como claro ganador, tras una campaña en la que su discurso era acabar con la repetitiva presidencia de CC durante 26 años. Es que no solo sería chirriante subir a bordo a quienes se dijo en campaña electoral que había que echar del gobierno; es que, conociendo los modos al uso por aquí, no sería raro que CC pretendiera ocupar la presidencia y con ello el timón del gobierno con el apoyo de quienes les ganaron en las urnas. No sé en qué idioma explicarían los socialistas esta cabriola impresentable, y ni los votos para la investidura de Sánchez justificarían una astracanada de ese calibre. Y esto vale para un posible pacto PSOE-PP, porque los resultados electorales son algo más que aritmética parlamentaria.

Se reformó la Ley Electoral canaria con el argumento de buscar una representatividad más equilibrada. Lo que no sé si los diputados representan islas, ideas, intereses o las tendencias para el próximo otoño. La pregunta es para qué sirven 9 diputados más y los votos que reúnen si no queda reflejado en el gobierno resultante. Dicho sea de paso, no se ha corregido lo que se trataba de evitar, que un grupo político con dos o tres diputados conseguidos con unos pocos votos, se convierta en llave del gobierno de toda la comunidad autónoma. La circunscripción nueva deja las cosas como están; si ayer fueron los herreños, hoy son los gomeros, con exigencias desmesuradas que usan el victimismo casi al límite del chantaje.

En el caso de que Casimiro Curbelo y sus tres votos caigan del lado del bloque de los nacionalistas y el centro-derecha, pues habrá que envainársela porque no sería la primera vez que la fuerza ganadora acabara en la oposición (ya le pasó a López Aguilar) y eso forma parte del juego parlamentario, pero, si alcanzar el sillón de La Moncloa necesita de los dos votos de CC en Madrid y desde Ferraz se “aconseja” que se pacte en Canarias con los nacionalistas, sería tal fraude al electorado que en las próximas elecciones va a votar si acaso la gente de San Borondón, porque los votos llevan mensajes adheridos, y desoírlos es burlarse de las urnas y de eso que llaman democracia y que -visto lo visto- habría que ir buscándole otro nombre.

Por último y para no cansar, solo diré que el posible vuelco en el Cabildo de Gran Canaria, pactando el PSOE precisamente con las fuerzas más lejanas en el espectro político, solo por el manifiesto capricho de su cabeza de lista de ocupar la presidencia que el electorado no le otorgó, es la negación de la política, un disparate de tal envergadura (que espero que finalmente no se produzca) que pondría la credibilidad de la política bajo tierra. Por el bien de todos, de la lógica democrática, de las instituciones, de la misma democracia (sigue llamándose así, de momento) y de los propios partidos tentados por la manzana o arrojados al infierno de la apostasía, hay que respetar las urnas; debe imponerse la cordura en Canarias y, señores Sánchez y Ávalos, consigan los apoyos estatales de investidura sin ir en sentido contrario. Vayan a buscarlos, que  los acuerdos no llueven del cielo, y no mezclen con las generales las elecciones del 26 de mayo.

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