La tribu de los cuerdos

 

Los resultados de las elecciones o las previsiones o especulaciones sobre las que se nos vienen encima no han resuelto las preguntas de siempre. Se supone que, en una democracia, las dudas se resuelven votando, pero resulta que luego los votos se interpretan según y cómo, de tal manera que a veces cuentan hasta las intenciones de los votantes. Y eso no puede saberse, solo son cifras, pues el sentimiento o el impulso de cada persona al depositar su papeleta o al decidir abstenerse es un arcano. Eso sí, luego está la sociología, pero ya sabemos que las ciencias exactas no existen.

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El palabrerío habitual en las campañas se ha convertido en un griterío que uno no sabe cómo digerir, porque, según se mire, si prestas atención y sigues la lógica interna de estos discursos, resulta que todos tienen razón; o al revés, todos tienen agujeros por donde cabe cualquier interpretación contraria. Y es que estamos inmersos en una fase muy curiosa, porque hay tanta información y a la vez tantas manipulaciones que ya no puedes fiarte de casi nada. Vemos cada día cómo noticias, fotografía y vídeos son falsificados o datados según conveniencia. Y conviven diversas maneras de ver el mundo, que van desde la ingenuidad hasta el delirio, y que podríamos agrupar de muchas maneras. Por ejemplo, así:

Conspiranoicos.- El mundo está dirigido por las grandes fuerzas económicas y políticas, y estas se reúnen periódicamente para diseñar estrategias de dominio, quitar y poner reyes y crear estados de opinión que favorezcan sus actuaciones.

Antiimperialistas.– Muy parecido al anterior, pero el centro de gravedad de estas decisiones está en Estados Unidos, más concretamente en Washington, y se ejecutan a través de las muchas agencias del gobierno federal de ese país.

Estándar.- La realidad es exactamente la que vemos en los noticiarios; ocurre de esa manera porque sí, y cualquier opinión o aclaración responde a intereses muy oscuros.

Revolucionarios.- Hay que cambiarlo todo, pero cada cual tiene en su cabeza su propia revolución, y es fácil que piense que la del otro es fascista, comunista o entreguista al poder. No hay acuerdo.

Utópicos inactivos.- Entramos en la Era de Acuario y las tensiones actuales son las propias de un cambio en el que va a haber paz y amor. Todo se arreglará en cuanto se produzca determinada alineación planetaria.

Espirituales.- El mundo se mueve por fuerzas superiores a las que hay que ligarse (re-ligare: religión), y desde el Yin y el Yang hasta los millonarios predicadores televisivos, hay toda una gama de estadios de práctica, culto, meditación o mera creencia.

Esotéricos.- Hay unas sociedades secretas que son las que impulsan y detienen los procesos. Coexisten masones, iluminatis, rosacruces, realianos y otras minorías, algunas de las cuales se creen “los elegidos”, donde no son descartables teorías surrealistas, fantásticas o delirantes en las que se agarran de Einstein para explicar la curvatura del tiempo y la relatividad del espacio, además de conexiones incluso con fuerzas alienígenas. No es un comentario humorístico, hay más gente de la que pensamos que cree ciegamente en este tipo de discursos, que a veces están tan bien construidos que penetran apenas se baje la guardia, sobre todo cuando las situaciones personales son complicadas.

No me inscribo en ninguna de estas corrientes, porque soy racional pero no ingenuo, pero sí está muy claro que todos estos mundos paralelos están alentados para distraer la atención de aquellos que son inmunes al fútbol y a los realitys (Noam Chomsky dixit). También se pudiera decir que los «no inscritos» formamos otra familia que nosotros suponemos que es la tribu de los cuerdos, pero que los de otros grupos suelen tildar de ignorantes, desinformados o las dos cosas. Y quién sabe si tienen razón. Pues eso.

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