Cumpleaños de un poeta del corazón

«Solo poetas/ del corazón / y el tiempo”

(Juan Jiménez).

Este 13 de mayo es el primero en el que el poeta Juan Jiménez falta por primera vez a su café de cumpleaños. Nació el poeta del Carrizal en 1940, por lo que ahora sumaría 79 años, pero no pudo ser porque, como en el poema “Guitarra negra” de Alfredo Zitarrosa, la muerte anduvo buscando entre sus libros hasta encontrarlo a él la noche del 12 de enero pasado. Es la primera vez en varias décadas (desde que lo conocí y lo traté) que tal día como hoy (escribo esto el día 13) no he escuchado su voz a través del teléfono, cuando esas mañanas lo llamaba para felicitarlo. Luego solíamos quedar para tomar algo, comer o al menos un café, pero vernos en su cumpleaños, y hacerle siempre el mismo regalo: un libro que ya sabía que deseaba y un décimo de lotería. Él me correspondía cuando llegaba mi día con el mismo regalo. Fueron muchos libros los que intercambiamos, y otros tantos décimos de lotería que siempre obtuvieron el premio más alto, que nunca fue dinero, porque lo que ganamos una y otra vez fue el gordo de la lotería de la amistad.

My beautiful picture

En Canarias ha habido y hay poetas enormes, hombres y mujeres. Y puedo considerarme un privilegiado por haber sido amigo muy querido de dos grandes que ya no están: Agustín Millares Sall y Juan Jiménez. Es una obviedad que son dos poetas imprescindibles del siglo XX, y si me enorgullece esa amistad no es solo por su grandeza poética -que también-, sino porque ambos fueron dos titanes de la coherencia, la generosidad y la humanidad. Cada momento que pasé con ellos fue una lección de vida, porque cuando hablaban con sus voces rotundas certificaban lo que también dijo Atahualpa Yupanqui -otro de la misma madera-: “lo primero es ser hombre y lo segundo poeta”. Leerlos me abrió los ojos a muchas potencias y flaquezas humanas; conocerlos y tratarlos me mostró el camino de lo justo y lo injusto, de lo posible y lo imposible. Su palabra insobornable ha sido un ejemplo que he tratado de seguir, supongo que con más errores de los que hubiera querido.

Y este 13 de mayo la reciente falta de Juan Jiménez me ha abierto un vacío -otro más- en el recuento de los días y las personas queridas. Sigo jugando a la lotería de la vida, pero debo protestar porque, los últimos meses del año anterior y los primeros de este, que ya ha consumido su primer tercio, han sido especialmente duros con la cultura de esta tierra. De repente, han desaparecido personas también imprescindibles, en la literatura, en la fotografía, en las artes plásticas, en la gestión cultural, y la falta de Juan Jiménez se hace más grande porque también hay otras ausencias dolorosas. Esta mañana he ido a uno de nuestros lugares de encuentro y me he tomado un café como siempre hacíamos, pero no he comprado un décimo de lotería porque ya solo existe la posibilidad de un premio en dinero. La memoria de Juan ya es un premio insustituible.

Agustín y Juan respiraban el mismo aire y sus corazones bombeaban el mismo oxígeno. Veían el dolor del mundo y se rebelaban contra él. Juan Jiménez sentía por la poesía y la figura de Agustín Millares una veneración que nacía de respeto y la admiración literaria y personal. Siempre estaba al fondo la coherencia como concepto en el que el ser humano tiene que equilibrar su palabra, su obra y su vida. Nunca se consigue del todo, porque en la propia humanidad anidan las fortalezas y las debilidades, pero sin duda estos dos hombres son el ejemplo de una lucha constante por conseguir el fiel de esa balanza.

Creo que Canarias debe señalar la obra y la figura de Juan Jiménez, por respeto a sí misma y a la grandeza de los hombres sencillos, que en un tiempo de fingimientos y postureos su única pose es ser ellos mismos. Sé que para mucha gente la poesía de Juan Jiménez es un mojón en el camino de nuestra sociedad, una luz en la miseria que más veces de las que quisiéramos tratan de imponernos por decreto. Y hoy, que es su primer cumpleaños sin él, creo que el mejor salvavidas es agarrarnos a sus versos:

“Camino. Que todo en el último

camino va”.

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