Sobre radios a cafeteras

COSAS MÍAS

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Ayer mi día empezó y acabó con la radio. Amanecí en la Calle Mayor de Triana, junto a la espiral de Chirino, sentado alrededor de una mesa de Radio Canarias, tiritando por el viruje que se cuela haciendo embudo desde el parque de San Telmo, pero abrigado por la buena compañía. Luego el día se puso futurista, y me vi cavilando lo que debía pensar yo mismo hace años, si me hubieran dicho que iban a resolverme un problema informático a distancia, con alguien a muchos kilómetros pulsando un teclado que incidía en mi ordenador. En mi adolescencia, el único ordenador que conocía era el de la película 2001, una odisea del espacio; cuentan que el nombre original era el de una conocida marca cibernética, a la que le pareció una mala publicidad que en la película el ordenador se volviera loco: entonces Kubrick mudó las iniciales a la anterior letra del orden alfabético, y de IBM pasó a ser HAL. Hay otras versiones que desmienten este relato. Si no es verdad, da lo mismo, porque es una mentira preciosa. Cerré la noche escuchando a alguien que en la radio hablaba de una cafetera que se puede controlar desde una aplicación de móvil. Cambié porque no quería dormirme en una novela de Orwell, y en la otra emisora hablaban de algo que se me borró en la duermevela, ya tranquilo al sentir que habitaba un mundo en el que de momento no hace falta el móvil para hacer café expresso. Eso sí, la radio se apagó a la hora que le había programado. Contradicciones.

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