Publicado el

Extraterrestres

Últimamente nos están inundando de libros, artículos en revistas pseudocientíficas, emisiones de radio y documentales con prestigiosos sellos norteamericanos de televisión. El tema de moda es que en determinados momentos de la evolución del ser humano, los extraterrestres visitaron La Tierra y enseñaron a los hombres muchos conocimientos que de otra forma no se pueden explicar. Los dioses sumerios por lo visto eran memoria de los avanzadísimos alienígenas que vinieron a enseñar la agricultura, a «descubrirles» la rueda o la manera de convertir los cereales en pan o cerveza (hay que reconocer que esto último estuvo bien); los egipcios otro tanto y así docenas de civilizaciones que fueron muy avanzadas y cuyos logros hoy no podemos explicar. El asunto tomó auge con lo de la profecía maya que interpretaron algunos como el anuncio del fin del mundo hace unos meses. Por supuestos, mayas, incas o mongoles fueron adiestrados por seres de otros planetas que vinieron y se marcharon. Ahora incluso los hay que afirman que seres misteriosos como el Yeti o los bigfoots que son vistos en parajes ignotos también son extraterrestres.
zalienenn.JPG
(Foto secreta de una de las reuniones de los «escogidos terrestres» con los alienígenas superiores que los instruyen)
También La Biblia se explica desde la perspectiva de los alienígenas (Jonás no entró en una ballena, sino en una nave espacial, Moisés subió al Sinaí para tener un encuentro en la III fase con seres superiores…) Vamos, que hasta he llegado a leer que Leonardo Da Vinci no era tan inteligente, sino que fue adistrado por seres de más allá de la puerta de Tanhäuser (Ridley Scott dixit), o que incluso pudo ser él mismo un extraterrestre. Demasiada imaginación, aunque hubiera algo de verdad, y siguiendo esa lógica, está claro que los alienígenas que nos han enviado en este tiempo nos han salido bastante torpones, porque no dan una a derechas (o tal vez demasiado a derechas).

Publicado el

Siempre es cuestión de fe

Se ha dicho siempre que Eros y el Thanatos son los motores de la vida, tal vez porque son dos conceptos que se basan en la incertidumbre, porque no dependen de nosotros y porque se saltan cualquier planificación previa. La literatura, como reflejo de la vida, también clava sus raíces en el amor y la muerte, entendiendo ambas ideas como el resumen de otras secundarias que finalmente zceeRRFoto0524.JPGconfluyen en el pálpito humano: la soledad, el desamor, la esperanza, la desesperación… La muerte es un enigma que nunca tendrá solución en el mundo racional, y por ello es el combustible que hace arder las religiones, las artes adivinatorias y todo lo irracional. Nunca se está seguro de si es verdad o mentira, no se puede medir o palpar, es territorio para el pensamiento y era donde trilla la imaginación. El ser humano no ve más allá de lo que le muestran sus ojos, pero se resiste a pensar que su vida es equiparable a la de un tigre o una lechuga. Se habla de dimensiones abstractas, surgen profetas, chamanes y visionarios, que incluso pueden actuar desde la buena fe, pero que finalmente están sometidos a la duda. Como hablamos de lo intangible y no demostrable, tan vulnerable ante la ciencia es una echadora de cartas como el Romano Pontífice. Unamuno quería creer pero la razón le ponía trabas; Santa Teresa entraba en un territorio que era tan resbaladizo para los descreídos como para los fiscales del Santo Oficio; Tolstoi sufría por la salvación de los hombres dentro de una creencia religiosa. Los escritores que más han escarbado en el destino del hombre han sido precisamente aquellos que han puesto en cuarentena todas las prédicas y todos los credos.

Publicado el

Los linderos de la cultura

Cuando hablamos de cultura, el debate siempre se dispersa. Los filósofos se han ocupado del asunto y se ha llegado a enunciar una Filosofía de la Cultura, y siempre se ha entendido que frente a lo físico, lo tangible, Natura, está la Cultura, que viene a ser lo que se ha gestado a través del pensamiento y la actividad de los seres humanos. Desde el punto de vista de la Naturaleza, el David de Miguel Angel Buonarroti es un trozo de materia, mármol exactamente igual que el de un escalón o una lápida, con sus mismas características físicas,zsalgado.JPG su mismo valor pétreo y que daría los mismos datos ante un análisis científico; igualmente, una fotografía de Sebastián Salgado es científicamente la plasmación de formas valiéndose de luces y sombras, lo mismo que cualquier fotografía que pueda realizar un principiante. Pero es evidente que el David tiene unos elementos de los que carece el mármol solo por serlo, y las fotografías de Salgado responden a criterios distintos a los que guían al que dispara una foto entre amigos. Tal vez la diferente sensibilidad, los distintos criterios y la voluntad y destino de cada una de estas obras humanas sea la cultura, el deseo y la capacidad de distinguir, sentir e interpretar, puesto que, de diferente forma, el David responde a una voluntad distinta que el mármol tallado por labrantes para convertirlo en un escalón, pero ambos son elementos culturales, lo mismo que las fotografías de Salgado buscan, además de una voluntad de estilo, la traslación de un mensaje, y una fotografía de fin de semana en la playa quiere solamente plasmar un instante personal. Por ello, en la cultura hay que trazar linderos, pero solo para hablar y entenderse, puesto que ni siquiera los grandes filósofos de la cultura encuentran el modo de clasificar los llamados productos culturales, tales como la religión, el arte, las instituciones políticas (que también son entes culturales), la ciencia, las costumbres, el vestido, la música…