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Prudencia, mudanza y San Ignacio de Loyola

Las personas prudentes son aquellas que van con pies de plomo, especialmente en situaciones difíciles. Eso no quiere decir que la prudencia sea incompatible con la firmeza, pero parece que en esta España nuestra del griterío ser prudente se equipara a darse por vencido, y por eso cada cual trata de tirar la piedra más lejos y extremar sus posiciones. La prudencia podría incluso desaparecer del diccionario de la RAE, zhhhDSCN4196.JPGporque es una cualidad en desuso, y si no se usa, podríamos ahorrarnos tinta y papel al imprimirla. España atraviesa unos momentos muy delicados desde cualquier ángulo que se mire. Por un lado hay una profunda crisis política que proviene del desgaste de las instituciones, que llevan treinta años sin renovarse, y vivimos en 2012 con estructuras pensadas para 1980. Luego está la crisis económica, que aunque tiene factores externos, también está relacionada con la anterior, porque los políticos no han movido ficha en positivo desde hace décadas. Estamos cansados de escuchar que hay que hacer esto, que hay que reformar lo otro pero todo sigue igual, con la corrupción política al fondo del paisaje, porque parece que lo único que importa es el poder, no su utilización para el interés general. El mundo abertzale vasco y el independentismo catalán lanzan su órdago, sin valorar que una secesión del Estado español pondría automáticamente a Cataluña y Euskadi fuera de la UE, y que para entrar tendrían que conseguir la unanimidad de los 27 estados miembros (¿En el Madrid-Barça traspasado a la política, España qué votaría?) Por su parte, Gallardón está poniendo patas arriba leyes que, aunque imperfectas, no creo que mejoren con tanto ruido. Por si faltara algo, tercia el Rey, que como siempre solo dice ambigüedades a destiempo pero que ya se encargan otros de explicarnos a su acomodo qué fue en realidad lo que quiso decir en su carta cibernética. La lista de imprudencias es larguísima. Ya que casualmente casi todos los que gritan de un lado y de otro son tan católicos (no olvidemos que católico significa «de acuerdo con todo») deberían recordar las palabras de San Ignacio de Loyola, que aconsejaba no hacer mudanza en tiempos de crisis. Pero, claro, son católicos solo para lo que les conviene.

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A don José Ignacio Wert, Ministro de Educación

No ha podido usted resistirse a la tentación de figurar en el palmarés de los responsables de Educación de la democracia que se han metido a hacer reformas, empeorando una y otra vez el sistema. Quiere unir su nombre a los de José María Maravall, Esperanza Aguirre y otros menos sonoros pero igual de destructivos, pues siempre dando un paso atrás no podemos olvidar que también fueron ministros de Educación el Jefe de la Oposición y el Presidente del Gobierno actuales. zedDSCN4232.JPGDe todos ellos, el único que hablaba con lógica y parecía encaminar en sentido correcto lo público ha sido Gabilondo, pero quien sabe si con algo más de tiempo habría sido otro más. Todos ellos han ido quitando ladrillos al edificio de la enseñanza pública y engordando la privada concertada, los de la derecha con argumentos muy peregrinos y los socialistas enarbolando la presión de poderes fácticos que controlan buena parte de la enseñanza privada. Entre todos la mataron y ella sola se murió, pero de la ya larga hilera de ministros y ministras de Educación que hemos sufrido usted se lleva la palma en descaro. ¿Nos toma por tontos? ¿quién va a tragarse que con tanta reválida trata de mejorar el nivel educativo, cuando es evidente que con ello cerrará el camino a miles de jóvenes? Va a conseguir el sueño dorado de los ultraconservadores, que solo estudien los de un determinado nivel económico, con la coartada de unas pocas becas para algún genio que surja de las clases populares, porque tendrá que ser Einstein o Madame Curie para pillar una beca que le permita hacer una carrera. Siete reformas llevamos en 25 años, y todas tienen la misma tendencia. Si lo que se propone es no andarse con paños calientes y finiquitar de una vez por todas la enseñanza pública, lo está haciendo muy bien. Nada va dejar para quien le suceda (¿el paso siguiente es suprimir el ministerio?), y no sé si es consciente de que tiene en sus manos el próximo medio siglo de España. Ya no caben discursos ambiguos, con esta enésima reforma está volando el puente de este país con el futuro. Por este camino, le aseguro que dentro de veinte años envidiaremos a Tanzania.

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Día Mundial del Alzheimer

Nos parece normal que alguien diga y cuente cosas que le ocurrieron y quedaron en su memoria; consideramos una tontería recordar lo que se ha vivido, incluso una majadería cuando los abuelos nos cuentan su guerra. Pero a menudo no nos percatamos de lo importante que es la memoria; tan importante que en ella se basa la identidad de cada persona. El filósofo Emilio Lledó dice que somos nuestra memoria. Y es cierto, porque si no recordamos nuestro nombre, qué ha sido nuestra vida y no conocemos a las personas que nos rodean es como ser nada. Todo lo que somos y sabemos es memoria. Tener amnesia es terrible, pero el mecanismo de construir nuevos recuerdos funciona y se puede empezar de nuevo. Pero más terrible es que lo olvides y lo confundas todo y encima no puedas formar una nueva identidad. Quien haya vivido de cerca la devastación que supone la desaparición de la memoria de una persona puede dar fe de lo que es la destrucción total de la individualidad. Conocí a alguien a quien no le gustaba el queso, hasta el punto de que no se podía poner en la mesa donde comía porque su olor le producía náuseas; cuando enfermó, lo comía sin problemas porque se le había olvidado por completo que nunca, ni en la niñez, pudo soportar ese alimento. Y así con todo.
zzslogzheimer-2012[1].jpgEl 21 de septiembre es el Día Mundial del Alzheimer, y la pregunta que siempre nos hacemos es quién cuida al cuidador, porque estar pendiente de un enfermo así es tremendo. Y aunque técnicamente no puedan ser diagnosticadas como Alzheimer, hay otras enfermedades que hacen desparecer la memoria, y da igual cómo se llamen, porque el resultado siempre es el mismo, la destrucción de la identidad. En el siglo XXI, cuando nos hablan de gigas de memoria en el ordenador, pensemos en lo importante que es recordar algo tan básico cómo atarse los zapatos. Y curiosamente, muchos de estos enfermos, que no responden a estímulos externos, a veces responden a un abrazo (*). Pues eso, un abrazo.
(*) En cierta ocasión me crucé con un amigo, ya desgraciadamente fallecido, que iba acompañado de su hijo porque había enfermado de Alzheimer. Caminaba como un autómata y tenía la mirada perdida, fuera de la realidad. Lo saludé, le pregunté, le dije quién era yo… Nada, su mirada se perdía en el infinito y era como si yo no estuviera. Al despedirme, me acerqué a él y le di un abrazo, y de su boca pegada a mi oído pude escuchar claramente: «Me alegro de verte, Emilio». Luego volvió a perderse en la desmemoria. Solo respondía al afecto.