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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 35: Ojalá esto fuese un bolero. (18/04/2020).

 

Ayer fue un día horrible, que terminó de la peor manera, con la noticia del fallecimiento de un amigo, Manuel Poladura. Es muy triste no poder acompañar en tan terrible trance a su esposa, la también queridísima amiga Coca de Armas Fariña. Manolo era un gran tipo y un artista de los boleros. Durante el día yo había evitado los medios y las redes sociales porque he percibido cierto desánimo general, y de eso hay que huir como del fuego.  Deseo una buena travesía al querido Manolo, que se ha ido a cantar boleros a otra dimensión. Y nosotros debemos cumplir el compromiso que tenemos con la vida.

Por la mañana, fui testigo y colaborador (poquito) de cómo mi compañera de viaje preparaba unas lentejas magníficas, emulando a Don Quijote, que las comía los viernes. Es curioso como los platos sencillos de toda la vida se convierten en un festín a poco que haya una buena mano que los trate, y aquí la hay. También fue un día en el que recibí algunas solicitudes de colaboración a través de la radio o haciendo grabaciones de vídeos por distintos motivos. Es una tarea agradable porque se participa con otras muchas personas en todos los casos, y así trato de hacer bueno lo del grano que no hace granero pero ayuda al compañero que dice el refrán. Los próximos días tendré por lo tanto que hacer algunas grabaciones. El resto del día lo dedicamos a construir un nuevo collage, esta vez sin nada de dibujos, solo recortes para ir dando vida al cristal de nuestra ventana. Son unos niños en el bosque.

Siguiendo la tónica general del día, a la hora de aplaudir vimos que algunas ventanas no se abrieron. No sé si la gente se quedó durmiendo una siesta larga o tenía otras ocupaciones inaplazables en sus casas. Pero sí que salieron con sus padres Diego y Sofía, ambos vestidos con monos amarillos; parecían dos pajaritos, aunque hoy la niña vino con las manos vacías, sin pandereta, maraca o muñeco de trapo. Pero estuvo muy vivaracha, saludando a los vecinos y sonriendo más que nunca, lo cual sirvió de contrapeso positivo. Hay que seguir. Buen día.

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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 34: Las mil formas del amor. (17/04/2020).

 

Hoy van a permitirme que tenga un recuerdo agradecido con el escritor Luis Sepúlveda, un chileno de vida azarosa y comprometida, que acabó recalando en Asturias, y que ha fallecido. Son muchas las personas que se ha llevado esta pandemia, y todas merecen el recuerdo, porque, como decía el poeta John Donne, juntos formamos la Humanidad. Sepúlveda nos maravilló a todos cuando en 1989 publicó El viejo que leía novelas de amor, pero todos sus libros hablan del respeto a la madre naturaleza, de la solidaridad, de las mil formas del amor. También decía que los libros sirven para abrirnos lo ojos, pero que ningún libro cambia el mundo, deben hacerlo las personas. Por eso tenemos que tratar de que el mundo cambie a mejor, porque quienes están falleciendo son seres humanos, muy importantes todos, no solo números en una estadística.

Se habla de niños y del curso escolar. Es importante hacerlo porque no podemos esperar a que pase todo para empezar a reconstruir, es necesario estar preparados para iniciar la remontada cuando llegue el momento. Y hay que recordar aquí el gran trabajo que está haciendo el profesorado con las clases a distancia a través de las plataformas educativas. Es un trabajo ímprobo, porque hay que prepararlo y transmitirlo, y es casi un tratamiento personalizado. Las redes tecnológicas son una gran ayuda, pero cuando se convierten en la única vía de comunicación entre la docencia y el alumnado se complica muchísimo, sobre todo en los cursos más pequeños. Sabemos que esa es su obligación en estas circunstancias, pero lo que no es justo es que se menosprecie esa labor, incluso desde las instituciones educativas que tendrían que apoyar y reconocer ese esfuerzo.

Y es que veo cada tarde a esos niños en la ventana de enfrente, que tendrán que vivir en un mundo que todavía no sabemos cómo va a ser. Sofía, ajena a todo lo que sucede, se ha dejado de ruidos y hoy apareció con un silencioso muñeco de trapo, cuyas características no pudimos ver muy bien porque ella lo tenía fuertemente abrazado. Eso sí, podemos afirmar que el muñeco es rojo, y también que la hermana gemela de Olivia (hijas de los nuevos vecinos del piso interior) se llama Lucía, otro nombre luminoso en tiempos de neblina. Diego también compareció, como las gemelas, como Marta, como Sofía, que es la imagen de esa inocencia que nos ilumina. Buen día.

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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 33: Muñeca con gafas. (16/04/2020).

 

Me contaba anoche mi amigo palmero Manuel Concepción que estuvo hablando por teléfono con otro amigo común, el escritor Santiago Gil, confinado en su domicilio de Las Palmas, que tiene un arte especial para imitar mi voz rota y sabinera y mi manera de entonar. A media conversación, Santiago le dijo que yo lo estaba visitando en ese momento, y acto seguido empezó a saludar como si fuese yo a Manolo, que no salía de su asombro al escuchar una voz que él creyó la mía (dice él que tal cual), confuso porque se supone que ahora cada uno ha de estar en su casa. No sé si fue que Santiago lo sacó del error o si hubo un momento en que él se dio cuenta de se trataba de una gran broma, pues parece ser que Santiago lo hace muy bien según me certifican, porque yo no puedo apreciar la calidad de su imitación. Luego Manolo me llamó para contarme la anécdota mientras se partía de risa y no cesaba de repetir que aquella voz era exacta a la mía. Evidentemente, la risa fue compartida.

Al piso interior que está enfrente del mío llegaron nuevos ocupantes en los días en que empezó el confinamiento. Compartimos un patio de luz por la cocina y apenas ha habido ocasión de saludarnos a distancia, de ventana a ventana. Es una pareja joven que tiene dos niñas gemelas de seis años, que a veces escuchamos mientras estudian, cantan o leen cuentos, pero que casi no hemos visto. Lo que sí sabemos es que una de ellas se llama Olivia.

Para llamar la atención de Sofía hacia la ventana nueva a la que nos asomamos cada tarde a las siete, mi compañera ha hecho un dibujo/collage grande de una muñeca. Como no teníamos cartulina, le sirvió el interior blanco de una bolsa de compras y para materializar la imagen usó lápices de colores y recortes de otras bolsas que fue pegando. El resultado es cuando menos vistoso. La pusimos en el cristal y nuestra sorpresa fue que Sofía apareció en su ventana con unas gafas de sol, como si hubiera adivinado que la muñeca del dibujo también las tenía. Diego hoy estaba risueño en brazos de su padre, todavía es muy pequeño, pero ambos son la alegría de la calle cada tarde. Hoy tengo la mañana ajetreada, toca reabastecimiento. Buen día.