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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 19: Pan de arroz y maíz (02/04/2020).

 

Ayer me tocó repostar. La verdad es que el supermercado al que voy está muy bien organizado, se mantienen las distancias y cumplen todas las normas con rigor exquisito. Claro, todo eso lleva tiempo, pero lo más engorroso es el regreso. Hay que limpiar con desinfectante cada una de las  frutas, verduras, envases y botellas. Pero lo damos por bueno porque se trata de mantenerse fuera del radio de acción del virus. Las personas que trabajan en este sector también son dignas de aplauso, lo mismo que las que atienden trabajos de primera necesidad. Por ello quiero recordarlos aquí, aunque es obvio que el primer gran frente está en la Sanidad, pero hay muchas más personas que salen cada día de su casa porque su trabajo es imprescindible. Esto debería servirnos para entender que todos los trabajos son fundamentales y por lo tanto quienes los desempeñan merecen un gran respeto.

No sé por qué, el aplauso de ayer por la tarde duró mucho en mi calle. Era como si las personas que se asomaban para exteriorizar su agradecimiento no quisieran volver al interior de sus casas. Entre aplauso y aplauso saludaban, se preguntaban a gritos como en una corrala de zarzuela, y se esmeraron en exhibir la mejor de sus sonrisas. Estamos teniendo problemas para ver a la niña de la ventana de enfrente. Estaban pintando su edificio, y al detenerse la actividad por las nuevas normas, uno de los andamios quedó en una posición que interrumpe la línea visual entre su ventana y la nuestra. Pero hacemos el esfuerzo de mirar por debajo y la niña se agacha para vernos,  aunque solo podemos vislumbrar su mirada y la manita que se mueve saludando. Pero seguimos conectados.

Y como cada día, parte de la mañana la utilizamos para dar algo de novedad a las comidas, que son muy limitadas por determinadas intolerancias alimenticias. Estamos tratando de hacer pan sin gluten en una panificadora eléctrica que nos dejaron nuestros hijos; siempre nos da pereza, pero alguna vez habrá que hacerlo, a ver qué tal queda. No todo va a ser leer a Schopenhauer y escuchar a Shostakóvich;  siempre es una aventura estimulante hacer pan de arroz y maíz. Pero no prometo nada. Buen día.

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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 18: El motor de la esperanza. (01/04/2020).

Supongo, que a estas alturas del encierro, estamos cansados de casi todo, y nos mantiene en pie la esperanza, esa fuerza oculta que, como cuenta mi amiga Guadalupe Martín Santana, fue lo único que quedó en el fondo de la mítica caja de todos los males cuando fue abierta por Pandora. Para hacer más llevaderos estos días, se hacen muchas cosas solidarias a través de la red; los timplistas tocan folías, hay quien nos muestra cómo cocinar una receta y algunos de mis amigos escritores cuentan sus propios relatos; yo también pensaba hacerlo, pero las condiciones de mi voz no son las mejores en estos momentos, debido a mi afonía crónica, y sufrirían viendo el esfuerzo que tengo que hacer. Es por temporadas, y si mejoro en unos días les aseguro que también les contaré algunas historias, por si pudieran ser de su interés. Por ello, para mantener intacta y en el fondo de la caja esa esperanza tan necesaria, es por lo que cada día escribo estas notas que tal vez sirvan al menos para mantener agarrado el hilo de Ariadna que nos devuelva a la salida del laberinto.

Hasta ahora, cuándo mirábamos hacia atrás, todos pensamos que nuestra vida había sido de una manera o de otra, pero sabemos que el cerebro tiene mecanismos para convertir el recuerdo de momentos muy duros en memoria falsa que puede incluso arrancar una sonrisa. En estos momentos, cualquier día del pasado nos parece una maravilla, porque los enemigos que nos acechaban eran visibles y reales, no esa bruma transparente que hace que miremos hacia la calle como si viviéramos el día después de un desastre nuclear. Ayer hablé con varios amigos con los que suelo tomar un café y charlar de cosas que nos parecían importantes y que no lo eran; pero sí era importante compartir un espacio, un saludo, un abrazo. También hemos leído y oído mucho que esto nos enseñará a valorar lo que antes no solo no nos parecía importante, sino que incluso tachábamos de aburrido y monótono. Bendita monotonía compartida.

Antonio Machado escribió: “Dice la esperanza: Un día / la verás, si bien esperas”. Esperaremos y llegará el día en que veamos otra vez la vida. Y, sí, es posible que entonces valoremos lo hermosa que es la convivencia, aunque luego, por esa memoria que juega a favor pero también suele jugar en contra, vayamos olvidando que la vida, por muy complicada que sea, es hermosa, y que siempre tendríamos que estar dándole las gracias, como hizo la gran Violeta Parra hace medio siglo. Pues subámonos a la esperanza, que es uno de los motores del mundo. Pero ya saben, seamos estrictos para defender eso que tanto amamos. Buen día.

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La verdad y la burocracia

 

En medio de tantos datos, resulta difícil opinar, tan solo se me ocurre preguntar. Los datos son gélidos, los hechos son incoloros, pero las interpretaciones que se hacen de ambos los calientan y les dan colores. Me temo que tanto debate sobre cada uno de los detalles acaba creando una burbuja que se parece mucho a la desinformación. Y las preguntas surgen porque ya uno no sabe a quién creer. He decidido que no voy a entrar en ningún debate sobre datos porque confieso que carezco de la preparación y el conocimiento de los hechos para poder expresar una opinión estimable. Me limito a seguir las indicaciones y a esperar que no se equivoquen esas personas en las que confío y que están hoy a los mandos.

Uno de los monstruos que me rondan la cabeza es la burocracia. España tiene un sistema muy burocratizado, que se supone sirve para que haya un control sobre lo que se hace en las administraciones públicas. El problema es que, como cualquier sistema, incluso el creado con la mejor intención, puede pervertirse, y resulta que en la cadena burocrática alguien, por ineptitud, prepotencia o mala fe, puede detener un proceso que necesita urgencia. Luego están los plazos, que se hacen interminables para la mayoría de los trámites. Para colmo de males, este sistema tan laberíntico, pensado para generar transparencia en lo público, ha demostrado no ser tan eficaz, puesto que no ha impedido corruptelas por doquier.

Hablo de la burocracia porque he leído que algunas industrias químicas canarias han detenido su producción habitual para dedicar su esfuerzo a la producción de elementos que ahora son de primera necesidad y escasean. Uno ejemplo de ello es el alcohol, y resulta que informan que todavía no pueden ponerse a producirlo porque faltan trámites que lo autoricen.  En la época de Internet y en un momento de urgencia, me pregunto si no es posible agilizar esos trámites, y ya que el Estado de Alarma decretado da poderes extraordinarios al Gobierno, nada costaría aminorarlos. Y lo mismo sucede en otras vertientes de la actual crisis. Entiendo que los productos sanitarios necesitan muchos controles para evitar que sea peor el remedio que la enfermedad, pero en la mayoría de estas tardanzas el problema es únicamente burocrático. Escribió Mario Benedetti, criticando la enrevesada e interminable burocracia de su país en sus Poemas de la oficina: “Uruguay es la única oficina del mundo que tiene categoría de república”. España debe ser algo así, solo que en este caso es monarquía parlamentaria.

Otra de las cosas que descorazonan a la gente es ver cómo se pasan la pelota unos a otros. No entiendo cómo, en un momento de la gravedad del que vivimos, aquí, allá y acullá sigan apareciendo los dientes afilados para tirarse a la yugular del otro. Esa idea generalizada de culpar a “los otros” y exculpar a “los tuyos” me parece de un infantilismo de parvulario. No estamos en situación de dividir, sino de sumar. No sé si el Gobierno acierta o se equivoca en esto o en lo otro, pero creo que quien piense que se puede hacer mejor que aporte sus ideas, y tendría que tomarse en consideración lo que dice, porque se supone que todos queremos lo mismo. Pero veo que no, que algunos ya están “trabajando” para el día después, tratando de aprovechar el río revuelto para sacar ventaja electoral. ¿Pero es que ahora mismo hay quien piense en elecciones? Ni en un desafío tan tremendo se olvidan de sus banderas, sus rencores y sus mentiras, porque la mentira tiene un caldo de cultivo perfecto en medio de tanto ruido.

Así que, lo que necesitamos ahora es unión y eficacia. Quien no quiera arrimar el hombro que no estorbe, pero lo que se está haciendo es un mal servicio al país con cuyo nombre se les llena la boca. La responsabilidad del gobierno es mucha, pero también lo es la de las demás fuerzas políticas, puesto que todos juntos representan la soberanía del pueblo. Es la hora de la verdad, y este pueblo está dando sobradas muestras de solidaridad, generosidad y abnegación, lo cual me lleva a recordar el famoso verso del Poema del Cid, “¡Oh, Dios, que buen vasallo / si hubiese buen señor!”. Los españoles merecen una clase dirigente a la altura de los valores que demuestran una y otra vez; ahora también. Luego que sigan jugando a sus guerritas, pero ahora solo hay un objetivo, el más importante: la vida.