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Luis Junco

aacubierta VIEJAS CARTOGRAFIAS ok.JPGHace un cuarto de siglo fui premiado ex-aequo junto a Luis Junco en un premio de novela, curiosamente la segunda de cada uno de los dos. Desde entonces, Luis ha ido publicando despacio, haciendo una obra muy sólida que se compone de varias novelas y varios libros de relatos, género que ha cultivado profusamente hasta el punto de que es junto a Dolores Campos-Herrero el autor canario de su generación que más cuentos ha publicado. Cuando nos premiaron, Luis andaba por Madrid, y desde alli miraba las estrellas, ya que por algo estudió Astronomía. Ahora vive en Santa Brígida seguramente porque Madrid se le hizo pequeño y las estrellas están más cerca en suelo satauteño. Acaba de publicar una novela, Viejas cartografías de amor, que sigue el hilo de la anterior, y pone un eslabón más a la cadena de una obra que se ha ido construyendo sin prisas pero con un claro destino: ser literatura. Luis Junco avanza sin ruido, tal vez porque ese es su carácter, no sólo como novelista sino como hombre. Una nueva obra suya es siempre una piedra resistente en la pared de carga de la literatura de esta tierra. Saludo su publicación y recomiendo su lectura.

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Poetas

Hace veinte años escribí estos versos, que ni siquiera recuerdo si publiqué en alguna parte. El caso es que al leerlos, en hoja volandera perdidos en medio de un libro, vi que eran más versos de periodista que de poeta. Tampoco recuerdo qué había sucedido que tanto me cabreó, pero siempre hay razones poéticas para indignarse contra quienes prostituyen la literatura. Hoy también. Estos son aquellos versos:
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Ayer la poesía divisaba la aurora,
fue primer corazón que lastima la guerra,
hoy puede ser reloj que detuvo su hora,
vendido en el burdel que al dinero se aferra.
Se reparte la gloria, se cambian los honores,
se premia lo premiado y llueven las medallas,
muere la poesía en batallas de flores,
y la entierran envuelta en toga de canallas.
Quizá el pueblo que paga y tiene sentimientos,
desconfíe de los vates, falsos anacoretas,
pero como no escucha voces de descontento,
cree a los poetas dioses, chamanes o profetas.
Y al poeta sincero le han puesto una mordaza,
que aprietan quienes dicen amar la poesía,
poetas de casino, cada verso una baza,
venden lo más sagrado en vulgar simonía.
El poeta es el grito que libera la tierra,
dijo Agustín Millares, unánime poeta,
pero todo ha cambiado en esta vida perra,
y hoy poeta es el listo que se traza una meta.
El dios de los poetas, el mayor de La Tierra,
tendrá cara de amianto, qué digo cara: ¡jeta!

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¿Canarios con nombre en inglés?

-Olga, Chica, tú por aquí, no esperaba encontrarte en una librería.
-Me ofendes, Roberto, deberías saber que soy una gran lectora.
-Ya, ya veo, llevas un cargamento.
-Pues, me llevo la edición de bolsillo de los tres libros de Larson, el sueco ese que se murió, la última de Ken Follet y otra de las catedrales que me recomendaron, la nueva del Capitán Alatriste y el Premio Planeta.
-¿No te llevas la novela finalista?
-No, me llevo la ganadora, que por algo le dieron el premio.
zlibros cana.JPG-Ya, visto así tiene lógica, con lo cual nunca comprarás un libro de Kafka. No ha ganado el Planeta.
-Yo voy sobre lo seguro, si venden mucho es que son buenos… Y dime, que són esos dos libros que has comprado.
-¡Ah, sí! El último de José Luis Correa, Murmullo de hojarasca, y también el último de Víctor Álamo de la Rosa, Mareas y marmullos.
-Muchos murmullos veo yo, Roberto, no he oído hablar nunca de esos escritores. ¡Claro, claro! Ya me has dicho que son canarios.
-Sí, como Alexis Ravelo, Santiago Gil, Cristo Hernández…
-Pero, ¿a dónde van con esos nombres?
-Es que se llaman así, como Faulkner se llamaba William y Dostoievski se llamaba Fiodor.
-Pero, hombre, Roberto, un autor que se apellida Correa, Álamo, Ravelo, Gil, Hernández…
-Ya ves, también hay por ahí Ramírez, González, López, Domíguez. A lo mejor los autores y autoras de aquí tendría que cambiarse el nombre, y José Luis Correa sería J.L. Belt, Víctor Álamo de la Rosa V. A. Rose y Santiago Gil sería Jacques Gil. No olvides que un tal Rafael Romero, escritor canario, se cambió el nombre por Alonso Quesada, y publicó varios libros con títulos en inglés.
-Es que… ¿Sabes? yo…
-Vamos a hacer una cosa, Olga: yo te regalo estos dos libros, Murmullo de hojarasca y Mareas y marmullos, tú los lees y te garantizo que la buena literatura nada tiene que ver con el apellido del autor ni su procedencia. Buenos y malos hay en todas partes.
-¿Y estos?
-Esos son buenos, si no no te los recomendaría. Y, lo siento, son de aquí.