¿Qué fue de aquellas coronas de laurel?

Desde siempre, las estrellas de algunos deportes se convierten en mitos. La corona de laurel que era el gran premio a los atletas griegos les daba prestigio y también un modo de vida, porque el atleta era una luz para los más jóvenes. Así sigue siendo hoy, y aplaudimos con emoción los triunfos en natación, atletismo, baloncesto femenino o voleibol. Muchos deportistas son profesionales o quieren serlo y a trancas y barrancas consiguen alcanzar ese laurel que suele ser una medalla o una copa. Luego está el fútbol, y ahí se disparan las cifras y se fanatizan los razonamientos. Te dicen que un futbolista debe ganar mucho dinero porque su vida deportiva es corta, pero lo cierto es que la mayor parte de ellos siguen ligados luego a profesiones cercanas al deporte, aunque no sea con salarios como los que cobraban cuando estaban en activo. Está establecido por convenio que un futbolista de primera división cobre al menos 155.000 euros al año, a los que habrá que sumar las primas por objetivos.

Es decir, que en solo cinco años de carrera un futbolista cobra aproximadamente lo mismo que en 35 años de vida profesional de alguien que trabaje en la policía, los bomberos, la docencia o en enfermería. Si hablamos de otras profesiones, la comparación podría ser más dura. Por ello, lo de la corta vida deportiva es una disculpa que usan los clubs para entrar en el mercado-subasta de los servicios de los mejores. Si hablamos de los grandes equipos, los salarios son diez veces más altos, y entonces el cuento de la corta vida deportiva se convierte en fábula, y en ciencia-ficción cuando hablamos de las cifras que llegan a las cuentas de los más renombrados.

eurrosneymart.JPGY ya se vuelve irracional si hablamos de media docena de nombres, alrededor de los cuales los millones se cuentan por docenas, no solo por los servicios deportivos sino por derechos publicitarios, que a veces superan las ganancia en el equipo y en muchos casos condicionan decisiones deportivas porque también se trata de vender camisetas. Es un circo tan esquizofrénico que a menudo determina que tal o cual jugador tenga puesto fijo porque en China se factura mucho en productos con su imagen. Lejos quedan aquellos tiempos en los que el futbolista era el héroe bien pagado pero todavía humano, alguien a quien lo que le importaba sobre todo era jugar bien y aportar a su equipo. Eso ahora no importa, ya se han inventado un Parnaso disparatado que lo justifica todo. Y es triste que la atención de la mayoría de los medios sea la fuga de un futbolista a un equipo francés o los lloriqueos de otro que tiene problemas con el fisco. Pocos se preguntan por qué cuesta tanto lograr un acuerdo parlamentario sobre la violencia machista, qué plan hidrológico se está siguiendo para hacer frente a la sequía, por qué nadie suspendió la circulación de trenes por una vía por la que se sospechaba podía deambular una niña perdida, qué demonios hay en la cabeza de quienes atacan a los turistas, por qué se van de vacaciones los políticos en lugar de sentarse a hablar de lo que pasa en Cataluña, de las listas de espera en Sanidad, de la eternización de los procesos judiciales, de…
No; los grandes temas son que un caprichoso futbolista se siente ofendido porque se le exige claridad fiscal, y otro aún más caprichoso deja plantado a su equipo y se va a la competencia, mediando una cifra que más que vértigo da vergüenza. Y tanta culpa tienen ellos como sus entornos y los dirigentes que les bailan el agua, seguramente porque todos pescan en río revuelto. Y lo más triste es que hay legiones de aficionados que justifican estos desmanes, aunque a ellos la paga no les llegue a fin de mes. Todo esto tiene poco que ver con la honorable corona de laurel que exhibían con orgullo los atletas griegos.

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