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Las tres leyes de Newton

 

 

Cuando uno abre el ojo y empieza a girar, se da cuenta de que casi todo está fuera de lugar, y que, a todos los niveles humanos y geográficos, estamos muy lejos de tener asumida una convivencia razonable con los demás (personas, vecinos, pueblos, nosotros mismos). El caso es que, sea por vestigios de nuestra prehistoria biológica o simple tendencia a la maldad (tranquilo Rousseau, esto no va contigo) en esa mirada de 360º, hay pocas cosas que esté en su sitio, y es un festival lo que está manga por hombro. Quienes pueden sacar tajada de todo ello, la sacan, cómo no, con lo que se crean monstruos que acaban manejando leyes, parlamentos, gobiernos, ejércitos y todo lo que se mueve; esto demuestra que, si hubiera un poco de buena fe y se aplicaran solo las leyes que ya existen (no soy tan ingenuo como para invocar la promulgación de leyes que nos igualen ante ellas), todo estaría más equilibrado, y que esa idea de que cambiar esto o lo otro es imposible resulta falsa, porque, cuando hay que hacer algo en beneficio de unos pocos, se hace y no pasa nada.

 

 

Bajemos a lo concreto: estos días pasados se repitió en la calle la demanda ciudadana para cambiar el modelo turístico. Cuando alguien critica las deficiencias del actual sistema, o simplemente anima a mejorarlo, se convierte en un apestado que solo quiere cargarse el turismo y hacer que se colapse una tierra como Canarias en la que la actividad turística es básica en estos momentos. Y no es eso, sino todo lo contrario, porque se colapsará si sigue en la misma dirección, no hay que ser adivinos, dos más dos son cuatro. Es precisamente ese cambio por el que se clama el que hará posible la pervivencia del turismo. Los responsables políticos y del mundo turístico se quejan de que se demonice al turista. Por supuesto que ese no es el camino, los turistas son personas que nos visitan, nada tienen que ver con los errores que seguimos cometiendo. Y los necesitamos, pero algo (mucho) es necesario cambiar. La queja de que se ha puesto injustamente el modelo turístico en el centro de nuestros problemas comunes no la comparto, porque tal es su tamaño que, quiérase o no, se relaciona con todo lo demás y poco puede hacerse en el resto de la economía si no se empieza con el chasis de todo, el turismo.

 

 

Aquí no hay adivinos ni profetas. O esto cambia, o nos iremos al garete. Es pura lógica. Lo sabíamos hace 40 años, cuando algunos hablábamos de diversificar el riesgo, y se desaprovecharon décadas de bonanza sin mover un solo dedo (bueno, bonanza relativa, porque es curioso que, en 2024, los salarios siguen en el mismo punto que en el siglo pasado (incluso inferiores), que con la subida del IPC convierte a la gente trabajadora en ciudadanía en peligro de exclusión social. Es así, los números del paro son ciertos aritméticamente, pero falsos socialmente, porque muchas personas que tienen trabajo no pueden sobrevivir solo con su salario (pregunten en Cáritas o en el Banco de Alimentos). En ese recorrido, algo no cuadra. Y como quienes más obtienen no tienen la fiscalidad adecuada, las recaudaciones de hacienda se hacen con la miseria de la miseria de los más míseros (que no miserables, estos no son).

 

 

El cambio de modelo turístico no se refiere por lo tanto solo al turismo, porque al ser una actividad mayoritaria influye, y de qué manera, en el resto del entramado social y económico. Afecta a la vivienda, es obvio, que escasea y, por la ley de la oferta y la demanda, dispara los precios, sea en venta o en alquiler. Para complicar más la jugada, parte de esas viviendas se destinan a explotación turística, con lo cual hay menos aún. Ahora nos cuentan que cada cual puede hacer lo que quiera con su propiedad (o no), pero el propio mercado deja claro que ya nadie puede moverse laboralmente porque es económicamente inviable por los precios del alquiler. Eso sí que colapsará la actividad turística. Profesionales de la medicina, la enfermería, la docencia o incluso de la hostelería no encuentran alojamiento en lugares fuera de su domicilio (el de sus padres, casi siempre), y luego hay quien dice que son unos blandos que no quieren trabajos fuera de casa. Ya me dirán cómo, pues el otro día vi en un noticiario que hay médicos de La Península destinados en Ibiza que duermen en tiendas de campaña. Así están las cosas.

 

 

En cuanto a la venta de viviendas a canarios no residentes, nadie mueve ficha. No se trata de que alguien jubilado compre una casa en Canarias y se venga a vivir, es que fondos buitre y particulares adinerados no residentes en Canarias, que viven en Alemania, Francia e Italia, están comprando parte del parque de viviendas para destinarlas a alojar turistas, porque ellos pueden pagar altos precios y los canarios no, con lo que, encima, tributarán las ganancias en sus países. Ah, que esto es Europa y bla, bla, bla. Falso. Algunos países de la UE tienen resuelto ese asunto hace décadas. Hasta donde sé, allá también existe la propiedad privada. Intente hacer eso en Luxemburgo, Dinamarca, Países Bajos o algunos Länders alemanes y no podrá porque hay leyes que lo impiden, y si alguien logra colarse, tendrá que responder duramente ante los tribunales, junto a los locales que hayan sido cómplices, que siempre tiene que haberlos.

 

 

Los salarios y la vivienda, tan íntimamente relacionados, son el problema capital de España, agravado en las zonas turísticas, como ya padecemos en Canarias. Hay otros asuntos, muy graves y urgentes, que hacen coro (agua, energía, cambio climático, dependencia, abandono de la agricultura, inmigración, paro juvenil, salud mental…) Sobrevivimos desayunando carteles de carnaval y cenando futuros mundiales de fútbol. Las cuerdas aguantan hasta el punto en que se parten. No es un anuncio, es la previsión de una ley física, si no se abordan con decisión estos temas vitales, que son vasos comunicantes, lo del 15-M va quedar en juego de parvulario. La cuerda se partirá y el estampido dejará en nada la foto de Sánchez con Puigdemont, las corrupciones varias y hasta las Memorias del Rey Emérito. Insisto, no es una profecía, es la aplicación de las tres leyes de Newton (salen en Google). Así de simple y así de complejo.

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Queda mucha plancha, Santa Teresa

 

Hoy es día de Santa Teresa. Además de felicitar a todas las mujeres que llevan ese nombre, andamos en la celebración del Día de las Escritoras. Y no sé si alegrarme o entristecerme, porque no parece que las cosas vayan bien cuando se hace necesario señalar un día para recordar que las mujeres tienen (o debieran tener) derechos, oportunidades y reconocimientos en la misma medida que los hombres. Y esta última expresión habría que matizarla, porque el asunto no se resuelve poniendo tres y tres o siete y siete, sino llevando a la sociedad a que se consideren los talentos, el trabajo y los resultados por sí mismos, sin tener en cuenta el sexo de quienes se trate, y estoy convencido de que, si esos fueran los criterios, sobresaldrían unos u otras como todo en la vida, por rachas, momentos y circunstancias, pero, a la larga, el equilibrio sería total.

 

 

Pero, claro, mi abuela se agarraría a las décimas guajiras y me diría: “¡Quién tuviera cien mil pesos / un caballo de carreras / una novia en cada pueblo / y que todas me quisieran!” Esa era su manera de decirme que hay cosas imposibles, o al menos muy difíciles de conseguir, una de ellas, alcanzar en la práctica el concepto de igualdad social. No voy a hacer un recorrido por eras y períodos, y mucho menos a enunciar un análisis antropológico de por qué es tan difícil, sencillamente porque no tengo ni idea, y los que la tienen me temo que solo han escarbado un poco en la superficie del asunto, pues siempre acudimos a explicaciones de relaciones de poder, a integrismos religiosos y a no sé cuantas cosas más, pero el caso es que, sin que haya esas relaciones tóxicas o desiguales y entre personas poco o nada religiosas, la desigualdad se perpetúa, como si hubiese una orden marcada a fuego en nuestro destino como humanos.

 

 

De los miles de años que tenemos memoria escrita, es verdad que la vida parece hecha y, por supuesto escrita, por los varones. Las mujeres siempre ocuparon un lugar secundario, de compañía y apoyo a los ilustres o heroicos hombres, con escasa o nula vida pública, y cuando aparecen, casi siempre son las que malmeten a un marido poderoso (Popea, esposa de Nerón), reinas casi siempre criticadas por la Historia como Catalina de Rusia o incluso decapitadas (María Estuardo) o santas que interesaba promocionar para mayor gloria de la Iglesia (Juana de Arco). Es decir, no pintaban nada, salvo ese poder divino heredado que recayó en mujeres de carácter como Isabel I de Inglaterra o Isabel La Católica. De lo contrario, nada, desapercibidas, pues hasta en la literatura suelen estar en las cocinas del mal, como las mujeres letales de las tragedias griegas o manejando los hilos de la conspiración a lo Lady Macbeth. Otras fueron silenciadas, expoliadas y encerradas, como Juana La Loca, sin ir más lejos.

 

 

Cuando veo a figuras femeninas de gran dimensión histórica en cualquier área, me quito el sombrero ante ellas, porque sabemos que, para sobresalir y dejar huella tenían que acreditar el genio de Einstein, Mozart y Platón juntos, pues en igualdad de condiciones se las habría tragado el silencio. Son muy pocas las que han quedado en la Historia humana, pero muchas para enumerarlas aquí. Desde Hipatia de Alejandría a María Sklodowska (Madame Curie) y desde Safo, la poeta de la isla de Lesbos, a Sor Juana Inés de la Cruz, pasando por Teresa de Ávila y muchas más, es estremecedor el enorme esfuerzo y el talento de estas mujeres que ni en lo peores tiempos los hombres pudieron acallar.

 

 

Estoy convencido de que hay mujeres que han realizado obras, descubrimientos y hallazgos similares a los que agradecemos con gran fanfarria a Aristóteles, Leonardo Da Vinci, Bach, Velázquez o Newton. Da vértigo pensar en cómo han sido silenciadas, acalladas y anuladas, y sus logros, o se han perdido o se los adjudicaron a un machote presentable. No puedo imaginar qué cosas se han descubierto de nuevo siglos después de que fueran sepultadas porque nadie les hizo caso por proceder de una mujer.

 

 

Ya que estamos celebrando el día de las mujeres escritoras, creo que hay que irse olvidando de los galardones. Tampoco sirven, ya hemos visto los Premios Nobel de ciencia este año: ni una mujer. Hay que valorar las obras. Ocurre cada vez menos, pero es escalofriante cuando formas parte de un jurado literario y alguien te dice una de estas dos cosas: que afines en la elección porque ya son demasiadas las mujeres que están ganado premios; o bien, lo contrario, que sería bueno que el premio fuese para una mujer. Absurdo, porque en algunos premios institucionales en los que se reconoce una vida se sabe cuáles son las candidaturas, con nombres y apellidos, pero en los demás, las obras se presentan con plica y seudónimo. No es posible saber si quien escribe es hombre o mujer. Y en ocasiones he visto la cara de disgusto de alguno de los convocantes cuando, al abrir la plica, se conoce el sexo de quien gana, porque ha sido un hombre y “tocaba” una mujer o porque es mujer y ya “son demasiadas”. Parece ser que, además de saber algo de literatura, para ser jurado hay que tener una bola de cristal. Es ahí donde quería llegar, se ha de reconocer la obra y la trayectoria si es el caso, o de lo contrario nos estamos cargando la literatura.

 

 

Pues sí. Si echamos miradas atrás, vemos que las llamadas generaciones literarias son en su mayor parte un listado de nombres masculinos. Desde hace unos años, eso empieza a cambiar, y espero que siempre sea la literatura el objetivo, pues como consumidor de cultura, me interesan los libros, y me importa cero el sexo, la raza, la religión o la nacionalidad de quien escribe. De manera que queda mucha plancha, tongas y tongas de ropa, como también diría mi abuela. Y no solo en la literatura. Felices celebraciones de la Mujeres Escritoras.

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Mentir flojito también es mentir

 

En los viejos cómics con aire juvenil y en revistas semanales de doble intención en tiempos de declarada falta de libertad de expresión, la pólvora con la que se disparaba era el humor, una veces muy ingenuo e infantil, otras con una carga de profundidad que iba por debajo del entendimiento de la censura, a la que a menudo se le escapaban los torpedos que iban a la línea de flotación de la dictadura, esa de los años 60 y 70 del siglo pasado que ahora empiezan a llamar segundo franquismo, porque parece que era más suave que el sangriento de los años cuarenta y cincuenta que debió ser el primero en esta novedosa clasificación.  No olvidemos que, por mucho que llamen a esos últimos 15 años de dictadura el segundo franquismo, había persecución política, nacionalcatolicismo disfrazado, desigualdad social clasista y criminal y seguían funcionando las cárceles, los consejos de guerra con tribunales militares con reos civiles, leyes que da vergüenza solo nombrarlas, la máquina del garrote vil y los pelotones de fusilamiento.

 

 

El llamado milagro económico de los años sesenta no fue tal. Los historiadores más economicistas suelen afirmar que lo que en realidad sucedió es que se reanudaron algunas de las políticas desarrollistas que ya estaban funcionando en los años treinta, e incluso algunas que venían de la dictadura de Primo de Rivera. Con el final de la guerra civil, España se convirtió en una autarquía, por propia vocación de aislacionismo y porque hubo un bloqueo internacional que saltó muy pronto por los aires, cuando el presidente Truman no quiso acabar con la dictadura franquista porque era un freno frente Stalin. Es decir, el miedo a que en España se instalase una república socialista fue la causa de que Franco durase tanto en el poder, y le fueron dando migajas, aunque se las cobraban a precio de oro con la presencia de las bases militares norteamericanas, que no eran la OTAN, pero como si lo fueran.

 

 

Todo sucedió después de la visita de Eisenhower que bendijo a Franco en coche descubierto por la Avenida de la Castellana (la visita duró exactamente 18 horas y 15 minutos, casi siempre de noche) entre la media tarde del 21 al amanecer del 22 de diciembre de 1959. Franco se había sacado el Gordo de Navidad justo diez días antes de que empezara 1960. Al quitar el tapón los norteamericanos, empezaron las inversiones y España creció desaforadamente, se produjo el éxodo rural y se inyectó mucho dinero en la industria, especialmente en Cataluña, Euskadi (perdón, provincias vascongadas) y los astilleros del Cantábrico y el Mediterráneo. Pero ese crecimiento asustó a Franco, y en 1964 redujo la marcha, pero, así y todo, entre 1960 y la crisis del petróleo de 1973 España crecía al 7% anual de media. Y puedo haber sido más, pero en todo caso no fue un milagro franquista, lo que sucedió es que la expansión económica se produjo, precisamente porque Franco dejó atrás sus políticas aislacionistas. Da vértigo pensar cual habría sido el potencial de España simplemente dejándose llevar por el movimiento natural de la economía desde 1945, si en 1975 en solo 15 años, había pasado de la nada a ser la 10ª potencia industrial del mundo.

 

 

Todo ese brillo de oropel, que se vendía con suecas en bikini cambió la economía, eso es innegable, pero poco incidió en lo social, pues la Iglesia Católica seguía recibiendo a Franco en las catedrales bajo palio, y todo se ponía muy oscuro desde que se acababan las infumables películas en color de Paco Martínez Soria y compañía. Represión, ausencia de libertad, clasismo que daba urticaria y machismo que hacía temblar. El segundo franquismo quiere ahora tapar tanta miseria moral y política con un Seat 600 y unos programas de televisión sabatinos que perpetuaban los roles sociales, sexuales ideológicos y de toda índole que eran lo opuesto a los derechos más elementales. Las cárceles y las ejecuciones eran un escarmiento, pero los españolitos seguían bajo la bota que a menudo les obligaban a besar.

 

 

Es obvio que, con esa apertura económica hubo otra social, y por suerte pasamos de tener solo a Joselito y a Lola Flores a que empezara a haber otras músicas, otros libros que llegaban de México y Argentina y que aquí no se editaban y hasta empezó un nuevo cine, que con mucha inteligencia iba abriendo mentes. Pero el pastel gordo estaba bajo control. Aunque a la muerte de Franco ya no estaba el dique férreo de Carrero Blanco, ya estaban los mimbres bien atados, como solía decir el dictador. Y esos amarres se niegan a desaparecer, siguen ahí, y la prueba es que, si miramos hacia atrás, las ilusiones y los proyectos democráticos que muchos vivimos, ahora nos parecen un sueño.

 

 

Y vuelvo a aquellas revistas de las que hablaba al principio, que eran una manera de leer entre líneas lo que pasaba. Había supuestos chistes que eran proclamas. Como muestra dos de ellos: “Cuando un bosque se quema, algo suyo se quema, señor conde” que reescribía el lema de la campaña contra los incendios forestales, o “Parte meteorológico: Un fresco general procedente de Galicia reina en toda España” (sin comentarios).

 

 

Esa es la historia, y es a la que quieren que volvamos. Nadie dialoga, todos mientes y la gente sufre porque por lo visto no interesa que haya acuerdos políticos. Cuando vemos las diversas interpretaciones que se están haciendo de la carta de Ursula von der Leyen sobre el fenómeno migratorio, dan ganas de llorar.  Por mucho que la leo no encuentro el renglón donde dice que el gobierno se niega a que la UE apoye a España en la tutela de menores no acompañados. Y de paso, habría que decirle a la jefa de la Comisión Europea que podría ser más clarita en su epistolario, para que nadie pueda coger el rábano por las hojas de las ambigüedades que siembran toda la carta, cuyo estilo sería digno del surrealismo pachanguero de la sección “Diálogo para besugos” que tan popular se hizo en los años que comentamos. Jugar con las palabras puede ser hasta divertido, pero no lo es cuando se juega con las cosas de comer; si va en ello la vida y la dignidad de seres humanos, roza lo criminal. Mentir flojito también es mentir.