Celebremos la vida.   (14/06/2020).

 

Cuando Violeta Parra compuso la canción Gracias a la vida, hizo un recuento de las cosas agradables que le habían ocurrido. Llevamos unos meses en los que la muerte parece haberse hecho presente como una amenaza, pero en realidad siempre está ahí, y se da la contradicción de que se ha ido tanta gente, y la mayoría lo ha hecho discretamente, por obligaciones sanitarias. De vez en cuando nos dan el nombre de alguien muy conocido por su actividad pública que ha sido una de las víctimas de esta pandemia, pero al final es un muerto sin despedida, o con una que deja perplejos a sus seres queridos o a sus admiradores.

En estas líneas glosé con desconsuelo la marcha del novelista chileno Luis Sepúlveda, y el listado de personas del arte, el cine, la comunicación, el deporte o la política se está haciendo tan interminable como el de personas que no son conocidas por las masas y no salen en los medios, pero que dejan el mismo vacío y ese aire de que no fueron despedidos como merecían, porque ese dolor es para los que se quedan. Tantas muertes hacen que queden casi a un lado nombres ilustres que, como el pintor Gustav Klimt, fueron víctimas de la indebidamente llamada gripe española de hace un siglo, o que otras personas que han muerto de otras enfermedades en este tiempo se las pueda mezclar en el futuro, como son los casos recientes del cantante Pau Donés o la actriz Rosa María Sardá, que se han ido de la mano de otra maldita enfermedad que nada tiene que ver con la pandemia. Porque la vida es un misterio y un regalo, y como decía el filósofo “la muerte no aparece al morir, sino que está presente desde el nacimiento”. Respetemos a los muertos y celebremos cada minuto de vida como hizo Violeta Parra.  

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