Pacto para esquivar el abismo

Hoy es la constitución del nuevo Parlamento de Canarias, a la que se llega con un pacto de gobierno conformado por 37 escaños (uno más de la mayoría absoluta) que, por primera vez en mucho tiempo, está liderado por la fuerza política que ganó claramente las elecciones. Este hecho, que debiera ser lo habitual, es el argumento más destacado en todos los titulares informativos, lo cual no habla muy bien de las lecturas que nuestros representantes –incluidos los firmantes del flamante pacto- han hecho durante años de la voluntad popular, que teóricamente queda depositada en el Parlamento.

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Había una especie de santo y seña que se repetía en todos los ámbitos: acabar con la presencia y el liderazgo de CC. En principio, esto puede resultar una medida de higiene, pues se ha criticado la perpetuación en el poder de una fuerza, como ha ocurrido en Cataluña con CIU, en Andalucía con el PSOE y, con alguna breve interrupción, con el PNV en Euskadi o el PP en Galicia. La diferencia con Canarias es que esas fuerzas que se eternizaban en el poder ganaban siempre las elecciones, y en el caso de Andalucía las ganaron incluso cuando perdieron el gobierno. En Canarias no, y por una especie de milagro político, CC lideraba siempre el gobierno aunque no ganara las elecciones. Es obvio que las otras fuerzas con representación parlamentaria tuvieron mucho que ver con que tal situación se produjera, con lo que los resultados electorales se convertían en papel mojado cuando llegaba la hora de pactar un gobierno. Y todos hemos sido testigos asombrados de que esto ha estado a punto de volver a ocurrir.

Algunos políticos que han perdido el poder y más de un medio de comunicación canario y estatal se han apresurado a calificar el pacto de extrema izquierda, y no lo han llamado bolchevique porque hasta a ellos les daría la risa. No seré yo quien enarbole la defensa de CC, pero hay que decir claramente que el resto de las fuerzas, especialmente PSOE y PP, han sido cómplices de todo eso que ahora se denuncia como muy malo. NC formó parte de ese entramado antes del cisma nacionalista, los gomeros fueron socialistas e incluso dieron apoyo del gobierno de Clavijo, y hasta algunos nombres podemitas estuvieron merodeando por la zona antes de que se vistiesen de morado. Así las cosas, solo Cs podría sacar pecho, pero no parece el momento en medio del embolado resultante de su voto a Patricia Hernández en el ayuntamiento de Santa Cruz. Como se ve, solo hay que hacer un poco de memoria para ver que muchos de los componentes de las cuatro fuerzas han formado parte de ese eterno mecanismo pilotado por CC.

El juego del escondite del PSOE y NC en las últimas semanas y el posible hundimiento de CC hace pensar que el partido que lidera Román Rodríguez querrá recoger los restos del naufragio nacionalista, aunque CC tratará de rearmarse si logra que le den respiración asistida, porque ya sabemos cómo están repartidas las cartas de los poderes económicos que se han consolidado en un toma y daca con los sucesivos gobiernos habidos en el último cuarto de siglo.  De pronto ha quedado fuera de la ecuación el hecho de que CC sigue teniendo 2 diputadas en el Congreso, que pueden valer un Potosí o nada, ya se verá. Otra cosa es que despierte antes de congelarse, porque es bien sabido que hace mucho frío fuera del poder, y en ese caso más espacio le queda a NC, si es que no acaban confluyendo en una sola marca.

El nuevo pacto se sienta ahora en el Gobierno como si acabara de llegar de una galaxia inmaculada, y nos habla de ocho ejes de actuación. No voy a enumerarlos porque desde que fue anunciado el sábado junto al reloj de flores del santacrucero Parque García Sanabria se han vuelto un mantra. Lo que se propone es deshacer los nudos que tan hábilmente fueron atados durante los sucesivos gobiernos de CC, especialmente  los tres últimos, que aplicaron al pie de la letra las consignas que propiciaron que, mientras en medio de una crisis inducida en todo Occidente se fortalecían en nuestras islas poderosísimos grupos empresariales, crecía cada vez más la pobreza, se deterioraban los servicios públicos y se ponía a Canarias en el podio de todos los baremos negativos de la UE y de España, hasta el punto de que ni siquiera las cifras del desempleo reflejan el verdadero drama de la sociedad canaria, pues son miles las personas con trabajo que demandan ayuda a los disminuidos servicios sociales y a las ONGs, porque sus salarios de miseria no les permiten vivir con dignidad.

Si solo se tratara de volver a 2007 y revertir una terrible etapa de arbitrariedad, injusticia y despotismo, no sería poca tarea. Pero es que hace tres legislaturas, aunque se había avanzado y con la entrada en la UE caían algunas migajas de la mesa del rico Epulón, vivíamos ya en una sociedad descompensada, con oportunidades perdidas y con acciones políticas que se limitaban a cumplir una agenda desfasada, dejar pasar el tiempo y echar la culpa a Madrid y a Bruselas, que también “cumplieron” con lo que se esperaba, cambiando las reglas a mitad del juego. Como vemos, el esfuerzo ha de ser descomunal, porque la resistencia a cambios profundos de quienes han obtenido ventajas va a ser muy dura. Y no solo es volver a la situación de 2007; si ya entonces el retraso era enorme, en estos doce años se han perdido muchos trenes, que necesariamente deberemos tomar si no queremos que Canarias se convierta en una bomba social y una vergüenza humanitaria.

Quiero pensar que, aunque es cierto que no proviene de Alfa Centauro, el gobierno que surja de este pacto puede combinar la experiencia y el conocimiento del tablero que tienen muchos de sus firmantes con la sangre nueva que quiere hacer historia de verdad. Con estos mimbres hay que hacer el cesto. No sé si peco de optimista si espero que los que signaron el pacto del reloj de flores sean conscientes de que a Canarias le quedan pocas vidas en el juego de una sociedad justa y democrática. Si la propuesta va en serio y no es otro discurso rimbombante de Groucho Marx, el trabajo propuesto es titánico y necesita de todos los estamentos de la sociedad. No hay que distraer ni estorbar a quienes tratan de llevar a Canarias al siguiente nivel. Para no ser dramáticos, digamos que esta es la penúltima oportunidad de esquivar el abismo. Por otra parte –y por la misma- los personalismos y las figuras providenciales deben hacerse a un lado. Empiezan a sobrar palabras, es el momento de hacer gestión, no de esgrimir coartadas sobre herencias recibidas ni de invocar prestigios caducados. Sobran fantasmas, espectros, zombis y aparecidos. Ahora necesitamos seres políticamente vivos.

 

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