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Novelas para la supervivencia

No es una novedad que en estas primeras décadas del siglo XXI la narrativa se ha hecho presente cotidiano en la literatura que se hace en Canarias, pero ahora mismo parece que está tratando de buscar nuevos caminos, hasta ahora no muy transitados en la narrativa en general y en la canaria en particular. Por desgracia, poco se ha escrito de los estilos, las técnicas y los propósitos de la novela en Canarias desde que empezó a normalizarse hace 45 años. Se habla de generaciones que van desde aquel mítico boom de los años setenta hasta la más reciente llamada Generación 21, con otras que han ido surgiendo en todos estos años. Pero no ha habido generaciones más allá de la coincidencia temporal, que no en la edad de los componentes. Ha sido una manera de medir el tiempo, no la literatura.
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Sobre «Evanescencia» de Manuel M. Almeida

Que una visión aparentemente real pero imposible ante la lógica cotidiana (los burros no vuelan) se presente con normalidad no sería raro, si entramos en territorios imaginativos irracionales, que son lo suyo en novelas de género fantástico. Que estas cosas ocurran como metáfora de una realidad evanescente es menos usual en novelas no encasilladas por los críticos en un género concreto, y que suelen calificar de «literarias», como si no lo fuera cualquier novela que se precie en cualquier género.

Evanescencia1.jpgManuel M. Almeida no es nuevo en esta plaza. Aparte de su exitosa trayectoria como bloguero, es autor de novelas, poesía y una colección de relatos cortos en los que suele jugar con lo sorprendente, absurdo y a menudo irracional. Continuar leyendo «Sobre «Evanescencia» de Manuel M. Almeida»

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Santiago Gil, mucho más que «2»

Vuelvo a definir a Santiago Gil por enésima vez como el escritor que tiene un periscopio siempre fuera del agua para ver qué ocurre alrededor de los 360 grados de la vida. Pero no se limita con ver e informar de lo que ve, sino que indaga y deduce qué significa cada una de las cosas que atraviesan el juego de espejos de su mecanismo observatorio. Tiene la facultad de escarbar en los sentimientos más ocultos de sus personajes, que indefectiblemente son perdedores, o al menos se ocupa de los momentos en que el alma humana es poseída por la certeza del abandono y la desolación.

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Esos momentos oscuros son comunes a todos los seres humanos, aun a los que parecen brillar sobre la peana de oropel de los triunfadores. Desde ese punto de vista, el novelista rebusca en el territorio más íntimo, ese que nadie comparte ni con la persona más cercana. Cualquiera que conozca a Santiago en su vida personal puede encontrar una gran divergencia entre su manera de ser y en los mundos que crea en sus novelas. Es un hombre jovial, alegre y extrovertido, un arquetipo que raramente vemos en sus páginas. Cuando se calza el uniforme de novelista, trata de encontrar ese otro yo que existe en todos nosotros. Sus libros no suelen ser una verbena, y cuando el humor aparece lo hace de una manera tan dura que pasa a formar parte del retrato de esos personajes, que a veces ríen hasta sin motivo.
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